Grupos de cavernarios en México
Román Revueltas Retes
Vaya país de contrastes: México es una auténtica potencia
industrial. Somos los segundos exportadores de refrigeradores
de todo el mundo y los segundos proveedores de artículos electrónicos de
nuestro poderoso vecino del norte, es decir, de la primera potencia económica
del planeta.
En Tijuana se fabrican millones de pantallas planas y en Aguascalientes se realizan ahora las mayores inversiones de Nissan. Y en ese campo que nos parece tan improductivo se siembran hortalizas —en Sinaloa, por ejemplo— que luego se venden en los anaqueles de los supermercados de Texas y California.
En Tijuana se fabrican millones de pantallas planas y en Aguascalientes se realizan ahora las mayores inversiones de Nissan. Y en ese campo que nos parece tan improductivo se siembran hortalizas —en Sinaloa, por ejemplo— que luego se venden en los anaqueles de los supermercados de Texas y California.
Las exportaciones agroalimentarias sobrepasaron los 22 mil millones de dólares en 2011, estableciendo un récord. O sea, que nuestro país no solo exporta coches, herramientas y televisores, sino también tomates, cerveza, tequila, espárragos, moluscos, pescados y aguacates.
Adrian Woolridge, un columnista que, como todos los del semanario The Economist, no firma los artículos que aparecen en la revista —su espacio sí lleva nombre, sin embargo, y se titula Shumpeter, en homenaje a Joseph Shumpeter, economista vienés afincado luego en Estados Unidos y a quien se considera uno de los más sólidos teorizantes del liberalismo económico (contribuyó a popularizar el concepto de la “destrucción creativa”, algo que, por cierto, Mitt Romney parece haberse tomado muy al pie de la letra al criticar el rescate gubernamental de General Motors y declarar que la empresa hubiera debido quebrar para luego emerger más saneada y más competitiva)— acaba de consignar unos datos absolutamente categóricos sobre la economía mexicana:
Los intercambios comerciales de México alcanzan el 69 por cien de su producto interno bruto, un porcentaje muy superior al de Brasil (19) y, miren ustedes, China (48).
Escribe también, en la misma columna, publicada apenas el 27 de octubre, que Bimbo no solo es la más grande empresa panadera de este país sino también de Estados Unidos donde otra corporación mexicana, como Cemex, ocupa el primer lugar en la venta de cierto tipo de cementos.
Ah, y otra cosa: uno de cada diez mexicanos vive en Estados Unidos y, en las palabras de The Economist, si a esta población añadimos los ciudadanos estadunidenses nacidos de origen mexicano, tenemos entonces a 33 millones de personas que no solamente van a enviar dinero a sus parientes en este país, sino que van a comprar productos fabricados aquí.
Nuestra vecindad al mercado más grande del mundo, en otras palabras, es tremendamente beneficiosa para la economía nacional tanto por razones puramente comerciales como demográficas.
El semanario, naturalmente, menciona los puntos oscuros de nuestra realidad: la corrupción y la violencia criminal. Pero, más allá de estos problemas, ofrece la visión de un país moderno, con una de las economías más abiertas.
Y, bueno, es aquí donde no queda otra cosa que asombrarse ante la existencia, aquí mismo, de esos grupos de presión absolutamente cavernarios, por llamarlos con un adjetivo que les queda a la medida, que, por ejemplo, se oponen a que en los programas educativos oficiales se promueva la enseñanza de inglés o de computación.
Y, faltaría más, para remarcar y enfatizar sus intenciones como Dios manda, lo primero que hacen es apoderarse, a la brava, de coches y camiones de gente que no tiene nada que ver y luego los queman.
Supongo que estos actos innegablemente delincuenciales les parecen una saludable expresión de la furia revolucionaria con la que hay que responder a un “sistema” que, encima, por poco que responda con la fuerza legítima que le confieren las leyes, es calificado inmediatamente de “represor”.
Y ahí se suman, en automático, los intelectuales de “izquierda” y las señoras de obligada sensibilidad social, para denunciar la naturaleza autoritaria del Gobierno de “derecha” de Calderón.
Muy pronto, el malo del cuento será Peña. Y denostaciones habrá también para todos aquellos que pretendan modernizar a un país que, como muestran las cifras, es mucho más próspero de lo que merecen los trogloditas.
Si simplemente criticaran no pasaría nada. El problema, miren ustedes, es que queman coches y toman por asalto escuelas, carreteras y oficinas. Si México estuviera en manos de estos incendiarios, ahí sí que no habría esperanza alguna.
1 comentario:
interesante la noticia
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