25 octubre, 2012

La laboral, ¿una reforma histórica?



La laboral, ¿una reforma histórica?

Diódoro Carrasco Altamirano

La votación del martes 23 en el Senado es, en varios sentidos, histórica. A 16 años de la gran reforma política de 1996 y a 12 años de la alternancia, por primera vez el país se encuentra en la disyuntiva no solo de modernizar las relaciones entre el capital y el trabajo, sino también de abrirle camino a la democracia y a la transparencia en los sindicatos, reductos tradicionales de la antidemocracia, la corrupción y la simulación.
 
Que el PRI se haya sumado a la reserva planteada por la alianza PAN-PRD en el artículo de transparencia sindical fue una grata sorpresa, independientemente de las razones por las que lo hizo. Previamente en toda la sesión se había dado un debate de altura, con fuertes y sólidas argumentaciones de las partes, con votaciones apretadas y, lo principal, con resultados que no podemos calificar sino de alentadores.

 
El Senado decidió ejercer a fondo su papel de cámara revisora, y pese a reclamos airados en los medios, y a un coro de augurios catastrofistas, se inclinó por modificar la minuta que le había enviado la cámara de origen (San Lázaro), para bien.


No solo se aprobó por unanimidad el artículo de la transparencia sindical, sino también se ganaron las votaciones relativas a democracia y rendición de cuentas en los sindicatos, donde el PRI y sus aliados perdieron en votaciones muy cerradas.


En resumen, el Senado introdujo cambios en ocho artículos en materia de democracia sindical, que obligan a los dirigentes a transparentar su gestión, llevar a cabo elecciones mediante voto libre y secreto y rendir cuentas del patrimonio gremial. Por ello, la minuta fue devuelta a la Cámara de Diputados, donde deberá definirse su destino en un contexto de cierta incertidumbre, dado que la figura de iniciativa preferente no está aún reglamentada.


Ahora bien, si este resultado prevaleciera, implicaría enviar una fuerte señal al exterior acerca de la disposición mexicana para modernizarse en los términos de las tendencias mundiales; de la voluntad de insertarse con las credenciales en regla en una economía globalizada que no admite tan fácilmente la simulación ni las “ventajas competitivas” que implican condiciones salariales o sindicales por debajo de los estándares mundiales.


¿Cuáles son los escenarios posibles para la minuta modificada? La cámara de origen (San Lázaro) se suma a las decisiones del Senado, aprueba la minuta modificada y se turna al Ejecutivo para su promulgación. No es el escenario más probable, aunque sí el más deseable.


Un segundo escenario es que la Cámara de Diputados acepte algunos de los cambios (transparencia) pero rechace otros (rendición de cuentas y democracia sindical); en este caso, la minuta regresa al Senado, éste se conforma y la ley, acotada, se turna para su publicación en el Diario Oficial de la Federación.


El tercer escenario es que la Cámara de Diputados rechace todos los cambios y, entonces, la minuta regresa al Senado, el cual también tiene las opciones de aceptar este rechazo, o insistir en sus modificaciones, lo cual tendría el resultado objetivo de su congelamiento, lo que en la práctica significa quitarle a la iniciativa su carácter de preferente.


Pues, como queda dicho, no hay aún reglamento para esta figura y entonces se congela hasta el próximo periodo legislativo. En conclusión: no hay reforma.


Este escenario no es el más probable, pero no deja de ser posible. Ahora bien, quienes saben sumar, saben también que la suerte de la reforma está en manos del PRI y, sin duda simplificando las cosas, en manos del presidente electo. Él y su partido deben decirle a los mexicanos cuáles quieren que sean las primeras señas de identidad de su inminente gobierno.


Si vamos a caminar por la senda de los avances democráticos e institucionales, como lo prefigura la votación del PRI en el Senado en favor de la transparencia, o nos vamos a seguir escurriendo entre los “sí pero no”, típicos de la proverbial caricatura de la idiosincrasia nacional.


Aquí nadie engaña a nadie, y detrás de las frases alambicadas todo el mundo ve una clara defensa de intereses indefendibles, que en efecto el rey va desnudo. Otra cosa es llegar a acuerdos, poner plazos, establecer rutas críticas.


Todo se vale, sin quitar el dedo de un renglón básico: sin democracia y rendición de cuentas en los sindicatos, nuestra democracia seguirá siendo una democracia minusválida.

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