04 octubre, 2012

Tres Marías: no fue fruto de la estupidez



Tres Marías: no fue fruto de la estupidez

Jorge Fernández Menéndez   

No hay que ser un agente de inteligencia estadunidense para presumir que el ataque a la camioneta con placas diplomáticas donde se transportaban dos agentes de la DEA (según la versión oficial, oficiosamente se insiste, sin pruebas, que eran de la CIA), junto con un capitán de la Marina, en Tres Marías, Morelos, no fue fruto de una confusión, sino una emboscada en toda la regla.

 

Es difícil pensar que los hechos se hayan podido dar de otra manera: la camioneta estaba identificada por placas diplomáticas, era uno de los agentes estadunidenses el que conducía, iban sin escoltas, los disparos en su contra fueron prácticamente todos destinados a aniquilar a los conductores (dirigidos a las lunetas de la camioneta y no a la parte inferior), la persecución se dio por varios minutos y, en ella, aparentemente, participaron a bordo de dos camionetas, personas que no tenían nada que ver con las agencias de seguridad. Tanto según los agentes agredidos como el oficial de la Marina no se trató de confusión alguna, sino de un ataque en toda la línea.


La pregunta es ¿por qué?, ¿qué sucedió para que se diera un ataque de esas características? Y es allí donde no se puede caer en respuestas simplistas ni tampoco, en atribuir la verdad de lo ocurrido a versiones de investigadores no identificados de agencias estadunidenses, que no se identifican como tales y según se divulgó ayer en muchos medios de comunicación. Tampoco a la versión de los abogados de los policías arraigados porque, obviamente, están defendiendo la libertad de sus defendidos.


Puede ser que la emboscada la hayan realizado, como se publicó en EU, agentes policiales que estuvieran confabulados con el cártel de los Beltrán Leyva. Es posible, pero nadie puede asegurarlo por la sencilla razón de que, por lo menos hasta ahora, no existen testimonios firmes al respecto.


En todo caso eso no responde la pregunta principal: ¿por qué? Me temo que esa respuesta, si es que el ataque fue efectivamente dirigido con plena conciencia de quiénes eran los personajes atacados (lo más probable por la identificación oficial de la camioneta), hay que buscarla mucho más en la política (y los cárteles y sus asociados hacen política), que en una acción puramente criminal.


Según distintas fuentes consultadas existe una investigación paralela (o conjunta, pero con independencia en el manejo de la misma) de agentes estadunidenses del FBI, junto con la de la PGR, que busca determinar la identidad de los “civiles” que iniciaron la agresión contra el vehículo diplomático desde una camioneta tipo X-trail color amarillo, y una Voyager color verde, que hasta ahora no han sido localizadas.


El secreto para saber qué sucedió está en ese punto. Puede ser que los agentes policiales apoyaran a los “civiles” o que simplemente estuvieran en la zona porque, como se informó en su momento (y el hecho ha sido comprobado), estaban averiguando del secuestro de un investigador de la UNAM, que fue liberado por agentes de la Policía Federal precisamente en esas mismas horas. Pero el hecho es que el ataque partió de esas dos camionetas.
Lo extraño es que en ese contexto hay muchas cosas que entonces no tendrían sentido: ¿para qué los Beltrán Leyva, como se dice, hubieran realizado una acción de ese tipo?, ¿para que les cayera encima todo el peso del aparato de justicia de Estados Unidos? Un cártel en crisis, como ocurre con los Beltrán, ¿qué necesidad tendría de ejecutar una acción de provocación de esa magnitud?, ¿en qué podría servirles para su lucha contra las autoridades y contra sus rivales de otros cárteles?


No tiene mucho sentido. Sí lo tiene, por el contrario, pensar en una acción de provocación que vaya mucho más allá de la explicación de que los estadunidenses fueron atacados, porque los narcotraficantes pensaban que los estaban investigando a ellos (¿en un carro con placas diplomáticas en un camino rural que dirige a una instalación naval?).


Una acción de provocación que disparara las alarmas a ambos lados de la frontera y que tuviera consecuencias similares a las que se vivieron en San Luis Potosí, luego del ataque a dos agentes de aduanas hace algunos meses.


La investigación del caso Tres Marías debe tener respuestas por lo menos verosímiles. Es verdad que, como decía Adolfo Bioy Casares, en muchas ocasiones hablamos de grandes conjuras y subestimamos, simplemente, la estupidez. Puede ser, pero son demasiadas las coincidencias que se tendrían que haber producido para pensar que ese ataque fue el fruto, solamente, de la estupidez de sus perpetradores.

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