27 noviembre, 2012

Cómo arreglar el problema fiscal de EE.UU.

MARTIN FELDSTEIN 

CAMBRIDGE – Ya que las elecciones en Estados Unidos se celebran en menos de seis semanas, este es el momento de pensar seriamente en lo que se hará con el lío fiscal de la nación después de las mismas. Independientemente de quién gane, ya no se puede posponer el abordaje de este problema.
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Illustration by Barrie Maguire
Los estadounidenses se centran de manera correcta en el “precipicio fiscal” que se avecina a inicios de 2013, momento en el que, según la legislación vigente, prácticamente todos los impuestos van a elevarse, succionando más del 3% del PIB de los hogares y empresas. Además, el año 2013 los recortes automáticos en el gasto público destinado a programas de defensa y a los programas no relacionados con la defensa restarán casi otro 1% del PIB y porcentajes similares en los años próximos. La Oficina de Presupuestos del Congreso advierte que caer por el precipicio fiscal empujaría a la economía estadounidense a una recesión grave (a serious recession) el próximo año.

Y el precipicio fiscal es únicamente una parte del problema que se debe resolver. El mayor problema que tiene Estados Unidos es su enorme déficit fiscal: en la actualidad este déficit representa alrededor del 7% del PIB y se pronostica que crecerá rápidamente en los próximos decenios a medida que envejezca la población y aumenten los costos de los desembolsos públicos destinados para la asistencia sanitaria ofrecida por los “programas de prestaciones” que benefician a adultos mayores de clase media. Aunque los políticos tanto de izquierda como de derecha reconocen que se debe enlentecer el crecimiento de estos programas para evitar déficits fiscales masivos o aumentos de impuestos muy grandes; es poco probable que dicho crecimiento se enlentezca la suficientemente como para evitar que se eleve el ratio nacional deuda/PIB.
Por lo tanto, la consolidación fiscal requiere tanto de ingresos adicionales como de un menor crecimiento en el gasto en prestaciones. El desafío que enfrentarán los políticos de Estados Unidos después de las elecciones será encontrar una forma políticamente aceptable de recaudar ingresos sin que se menoscaben los incentivos y el crecimiento económico. La tarea se hace más compleja debido al gran número de legisladores que insisten en que el déficit debe reducirse únicamente a través de recortes del gasto público.
A pesar de que nadie puede estar seguro de cómo se resolverá este problema complejo, esta es la mejor conjetura que puedo hacer: poco después de las elecciones, el Congreso de EE.UU. votará para posponer el precipicio fiscal por alrededor de seis meses para dar tiempo a fin de que se elabore una solución legislativa aceptable. Esa solución implicará enlentecer el crecimiento de los beneficios de jubilación del Seguro Social para los futuros jubilados de ingresos medianos y altos. Mitt Romney, el candidato republicano, ha propuesto explícitamente esto, y el presidente Barack Obama manifestó su apoyo a este tipo de enfoque en el año 2009, antes de que volcar su atención hacia la atención sanitaria.
El problema más difícil que se enfrentará será cómo aumentar los ingresos. La clave será centrarse en las muchas disposiciones especiales del código de impuestos que equivalen a gastos públicos. Si compro un coche híbrido, instalo un panel solar en mi casa, o actualizo mi calefón de agua cambiándolo por uno más eficiente, obtengo un crédito fiscal. Y si compro una casa más grande o simplemente aumento el tamaño de mi hipoteca, recibo una deducción mayor que reduce mi ingreso gravable, reduciendo el importe de impuestos que debo pagar. No obstante que el gobierno no me da dinero, estas exenciones tributarias especiales no se pueden considerar como algo inferior a lo que se considera como “gasto público” cuando el gobierno me envió un cheque de reembolso impositivo.
Estas disposiciones se denominan de manera correcta como “gastos tributarios”, porque describen al gasto público que se produce mediante la aplicación del código tributario. La eliminación o reducción de estos gastos tributarios, por lo tanto, debe ser vista como un recorte del gasto público. Aunque el efecto es elevar los ingresos, el mismo es únicamente de una convencionalidad contable. El efecto económico fundamental es la reducción del gasto público.
Así que la clave para aumentar los ingresos es reducir los gastos tributarios, utilizar algunos de los ingresos obtenidos para reducir las tasas impositivas, y dedicar el resto a reducir los déficits futuros. Quienes se oponen a los aumentos de impuestos deben entender esto, porque tal recaudación de ingresos es en realidad un recorte del gasto público, este recorte no implica los efectos de incentivos adversos que ocurren cuando se aumentan las tasas impositivas marginales.
Pero incluso si se puede superar de esta manera la objeción intelectual a los ingresos extras, el problema político práctico es que cada gasto tributario grande – como por ejemplo, la deducción del ingreso gravable del monto de intereses pagados por hipotecas de vivienda, la exclusión de los pagos del empleador por seguro médico, etc. – tiene sus fervientes defensores.
Así que aquí presento una idea que podría funcionar políticamente: dejemos que todos los contribuyentes mantengan  sus gastos tributarios actuales, pero limitemos el monto total por el cual cada contribuyente pueda reducir su deuda tributaria, mediante el uso de esta forma de reducción.
He explorado la idea de “imponer límites máximos” (en inglés “capping”) al beneficio que las personas pueden obtener mediante el uso de un límite porcentual relacionado a su ingreso total (a su “ingreso bruto ajustado” o AGI (por su nombre en inglés “adjusted gross income”) en la jerga tributaria de EE.UU.). La aplicación de un límite máximo del 2% al beneficio total que una persona pueda recibir a través de gastos tributarios tendría un efecto muy poderoso. No se limitaría el monto de las deducciones y exclusiones a un 2% del ingreso bruto ajustado, sino que limitaría la reducción tributaria resultante – es decir, el beneficio tributario – que la persona obtiene mediante el uso de todas estas disposiciones especiales. Para una persona con una tasa impositiva marginal del 15%, un límite del 2% de su “AGI” limitaría el total de deducciones y exclusiones aproximadamente a un del 13% del ingreso bruto ajustado.
Este límite máximo tendría un impacto significativo en las perspectivas fiscales. Incluso si el límite se aplica sólo a las “deducciones que son detalladas por ítems” y a la exclusión del seguro médico, se podría recaudar unos 250 miles de millones de dólares en el primer año y alrededor de $ 3 millones de millones de dólares durante la primera década.
Hay muchas opciones en el diseño de dicha política. La tasa del límite máximo podría ser mayor, o podría iniciarse en un nivel más alto y ser reducida gradualmente, o podría variar según el nivel de ingresos de una persona. Pero el atractivo económico y político de un límite máximo consiste en su capacidad de obtener ingresos importantes sin eliminar gastos tributarios específicos.
Reparar el problema fiscal de Estados Unidos va a ser tan difícil como importante. Sin embargo, la desaceleración del crecimiento de los beneficios del Seguro Social y la imposición de límites máximos a los gastos tributarios totales se podría constituir en un buen marco para la reforma que se avecina.

1 comentario:

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