16 noviembre, 2012

La vida no vale nada. José Cárdenas

Ocasi nada... y menos si somos ciudadanos comunes y corrientes; desafortunados en “el juego”; sin influencias o dinero para picarle las costillas al viejo, lento y pesado elefante de la justicia burocrática.
Sin “palancas”, somos ciudadanos del montón, como Enrique Cuacuas, padre de Hendrik, el niño de diez años baleado —dizque por casualidad— en una sala del complejo Cinépolis de Plaza Ermita. La cadena de “hierros” tiene varios eslabones oxidados.
Hendrik y su padre, como miles y miles, resultaron víctimas de un sistema “carcacha”… y una sociedad indiferente.


–¿Cómo es posible que ninguno de los 274 asistentes a la función cinematográfica mostrara el mínimo gesto de solidaridad con el padre de un pequeño que, sin razón aparente, de pronto se convulsionó y tuvo que ser sacado del local a toda prisa para que el resto del público continuara disfrutando del espectáculo?
Luego vienen los responsables del cine, quienes a toda prisa llevaron al niño a un hospital para escurrirse el bulto… pero nada hicieron por avisar a las autoridades sobre lo ocurrido.
Eso sí, los empleados de Cinépolis Plaza Ermita aseguran haber cumplido con el “protocolo” que exige su chamba… ¿Para no perder la chamba? ¿Para evitar el escándalo?
Es válido cuestionar la calidad de tal “protocolo” y la displicencia de los responsables al diseñarlo. Resulta incomprensible cómo una empresa que maneja dos mil 479 salas cinematográficas en todo el país —y otras en el extranjero— sea capaz de actuar con tan mala maña.
Y al final de la cadena están las autoridades, enteradas de lo ocurrido 48 horas después. Alegan que la muerte del niño fue de casualidad… que la bala asesina literalmente cayó del cielo. Tal vez, pero la legítima suspicacia también nos permite vislumbrar eventuales complicidades inconfesables entre empresa y autoridades. No sería la primera vez.
La tragedia del niño Hendrik habría quedado en el olvido de no haber sido publicada por el reportero Carlos Jiménez, del periódico La Razón.
Hasta que los medios metieron su cuchara pudo romperse el silencio.
Lo peor del caso es que la muerte de Hendrik sólo es un capítulo de una tragedia mayor… la misma que han padecido las familias de las  miles y miles de víctimas de la guerra contra el crimen… mexicanos de cuarta, que reposan sin paz ni justicia… cuya memoria ha quedado oculta por el polvo de los archivos muertos… tan muertos como ellos.
Qué diferencia con el caso de Jorge Eduardo Moreira, hijo del ex gobernador de Coahuila, resuelto en cuestión de horas.
Si todos los muertos importan, queda claro que siempre habrá unos muertos más importantes que otros.
MONJE LOCO: ¿Persisten las molestias causadas por la “gabinetitis” aguda? Le tengo un remedio. A los nombres clave de Luis Videgaray, Miguel Ángel Osorio Chong, Jesús Murillo Karam y David López, quienes seguro estarán en el dream team peñanietista, añada algunos más… y métalos a la licuadora… Que no falten Gerardo Ruiz Esparza, Rosario Robles, Jorge Carlos Ramírez Marín, Alfonso Navarrete, Roberto Campa, Luis Enrique Miranda, Sebastián Lerdo de Tejada, Alfredo Castillo Cervantes, María Cristina García Cepeda, Cristina Díaz, Felipe Solís Acero, David Korenfeld, Enrique de la Madrid, Ildefonso Guajardo, Emilio Lozoya Austin, Aurelio Nuño, Arturo Escobar, Francisco Rojas, Bolívar Zapata, Claudia Ruiz Massieu o Alejandro Murat… Eso sí, —le adelanto—, casi ninguno de los coordinadores de la transición, salvo Videgaray, Osorio y Murillo, coronará la vuelta como secretario de Estado. Esa será la sorpresa.

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