09 noviembre, 2012

Mariguana legal: ¿para y por qué?. Jorge Fernández Menéndez

Es verdad, la legalización de la mariguana con fines recreativos en Colorado y el estado de Washington, lo mismo que su venta para uso “medicinal” en otros 17 estados de la Unión Americana, cambia el paradigma sobre el consumo de drogas y el panorama respecto a su futura legalización en Estados Unidos e incluso en México. Pero no deja de abrumar la simplificación extrema con que se trata ese tema, por lo menos en buena parte de la clase política y de los analistas, como si la legalización de las drogas supusiera el fin de un problema cuando, en muchas ocasiones, pudiera hacerlo aún mucho más complejo.


Algunos criterios que tendrían que ser básicos para atender este problema. Primero y principal, asumir que la decisión sobre legalizar o no una droga tiene que ser, sobre todo, de los especialistas en salud pública y adicciones, que son los menos consultados al respecto. ¿Contribuye a la salud pública del país legalizar la mariguana u otras drogas?, ¿permite regular mejor el consumo de esa droga o genera un crecimiento de su consumo utilizando la mariguana como trampolín para otras drogas? De los efectos perniciosos de la mariguana, que obviamente existen, se podrá argumentar que son similares a los del tabaco o el alcohol, y es verdad. Pero paradójicamente estamos tratando de regular mucho más el consumo de esos productos, al mismo tiempo que queremos añadir otro, igual de pernicioso que, no debe olvidarse, su producción, distribución y comercio está en manos de grupos criminales. ¿Concluirá esa participación? No, por la sencilla razón de que si se reglamenta la venta de mariguana a mayores de 21 años, como se propone en Colorado o Washington, el comercio ilegal se centrará precisamente en el sector que debería preocuparnos, que no son los adultos, sino los niños y jóvenes que hoy utilizan la mariguana como trampolín en su consumo hacia drogas más duras.
Se dirá que por eso mismo se debe regular su venta. También es verdad, pero, ¿alguien cree que, por ejemplo, las regulaciones sobre venta de tabaco y alcohol a jóvenes menores de edad se cumplen tan estrictamente como, por ejemplo, en  Estados Unidos?
Segundo punto. En el sentido anterior: la legalización o no de la mariguana no puede ser entendida como un tema de seguridad, sino de salud pública. En términos de seguridad es simplemente falso que mejorará con la legalización de la mariguana. Por una parte, porque los grupos criminales no se “legalizarán” (¿o alguien está pensando en la creación de Zetas o Chapo, S. A?), porque su negocio real va mucho más allá de la mariguana. Incluye sobre todo las otras drogas (cuya legalización no está a debate ni en México ni en Estados Unidos), el secuestro, la extorsión, la trata de personas, el contrabando y muchas otras actividades que son las que están generando la ola de violencia que vive el país: los 60 mil o más muertos que hemos visto en estos años no se deben a la venta de mariguana: seguramente ese factor es un componente más de toda la ecuación, pero pensar que legalizando la mariguana ese problema desaparecerá o disminuirá es falso. Es más, la mariguana hace tiempo que ya no es el principal productor de utilidades del crimen organizado aunque sea muy importante en ciertos grupos. En síntesis, se puede o no legalizar la mariguana por razones sociales, por cambio de paradigmas culturales o por salud pública, pero es falso, y sería un error enorme, hacerlo pensando que con ello se solucionan los verdaderos problemas de seguridad pública e interior.
Tercer punto. No somos Estados Unidos ni Portugal ni Holanda ni Uruguay: no lo somos ni demográficamente ni por nuestra estructura social ni tampoco por calidad de vida o márgenes de pobreza y desigualdad. El análisis sobre la conveniencia o no de la legalización de la mariguana debe hacerse de acuerdo con nuestras realidades, exigencias y necesidades, no extrapolando ejemplos que poco tienen que ver con nosotros. No hay una sola zona en Colorado o Washington que recuerde Chalco o Ecatepec; la población de Uruguay cabe en una delegación del DF; la calidad de vida de Holanda es una de las más altas del mundo. El tema es serio e involucra aspectos sociales, educativos, de salud pública, de productividad, incluso de seguridad. Demos la discusión pero hagámoslo con especialistas y huyendo de simplificaciones tan extremas que bordan el camino del absurdo.
Y un cuarto punto: un grupo de expertos de y en México están a punto de lograr “vacunas” que bloquean los centros de adicción de drogas como la mariguana, la cocaína, el tabaco. Les faltaba un millón de dólares para concluir sus pruebas que les terminarían dando a nuestro país patentes mundiales para esas vacunas. El presupuesto final, simplemente, se les negó. Están buscando empresas que los apoyen. Más allá de la legalización, ¿no tendríamos que invertir y apostar más a ese tipo de prevención? ¿No está allí la solución real?

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