09 noviembre, 2012

¡Nos chamaquearon!

Francisco Garfias

Muy bravos llegaron ayer los sindicalistas independientes a San Lázaro. Intentaron dar portazo. Querían impedir la aprobación de la reforma laboral. Algunos se colaron y provocaron alarma.
Policías federales, junto con agentes de resguardo y seguridad de la Cámara, los replegaron. Los guardias locales se pusieron nerviosos. Sellaron literalmente la Cámara de Diputados. Las puertas del edificio “A”, donde se ubica el Salón de Sesiones, fueron cerradas con cadenas y candados. Las medidas de seguridad, extremadas. No se podía caminar fuera del perímetro de la explanada. Los guardias lo impedían. El argumento era que los inconformes lanzaban, desde la calle, balines con resorteras, piedras y otros objetos. Los guardias sacaron una manguera muy parecida a las que se usan en los disturbios, cuando la cosa estaba más caliente. No la usaron.


Los ánimos bajaron cuando entró al Palacio Legislativo una comisión de sindicalistas. La encabezaban Martín Esparza, del SME, y Agustín Rodríguez, del STUNAM. Se reunieron con legisladores en el salón E del edificio Los cristales. Los inconformes querían ver a los integrantes de la Junta de Coordinación Política. Les mandaron puros diputados de infantería. Al salón llegaron los diputados Alfredo Zamora Garza, PAN; Alejandro Rangel Segovia, PRI; Francisca Elena Corrales, PRI; María Sanjuana Cerda Franco, Nueva Alianza; Ricardo Cantú, PT; Carlos Reyes Gámiz, PRD, entre otros. Agustín Rodríguez, del STUNAM, habló en contra de la reforma que, asegura, pone en bandeja de plata los despidos masivos de trabajadores. “No vamos a ceder ni a bajar acciones. No hemos sido escuchados”, se quejó.
En ese momento comenzó a sonar la chicharra que anuncia la proximidad de una votación. Los diputados se excusaron y salieron del salón a votar, en lo general, la reforma laboral. Pero antes de que lo hicieran, Miguel Ángel Yúdico, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de Transportes, Transformación, Aviación, Servicios y Similares, les dijo: “Si van a votar, no vayan a ser traidores con los trabajadores”. Los diputados prometieron regresar. Algunos lo hicieron, otros no. La reforma laboral fue aprobada en las narices de los sindicalistas, en lo general, por 361 votos a favor del PRI, el PAN, el PVEM y el Panal, y 129 en contra, de la izquierda. “¡Nos chamaquearon!”, gritó uno de los sindicalistas comisionados. Martín Esparza lo secundó. “No tiene caso, ya vámonos”, sugirió. Esperaron un rato más. Regresó un puño de legisladores. Uno de ellos, el priista Rangel Segovia, sindicalista también, trató de explicar las bondades de la iniciativa. Se rieron. Al final se fueron como llegaron: encabronados y con las manos vacías.
Hablamos con Martín Esparza. Le preguntamos al líder del SME cómo se sentía. “Pues aquí, viendo el atraco. Se encierran para negociar los derechos de las trabajadores”, repuso. Nos dejó claro que para los sindicalistas no ha caído el último out.
El martes se van a plantar frente al Senado. El 14 de noviembre van a las embajadas de los países del Viejo Continente. “Hay que vincular la lucha en México con las de los europeos”, dijo Martín.
El 20 de noviembre van a hacer una consulta entre los trabajadores. Allí decidirán si van al paro o a la huelga nacional. Habrá movilizaciones en todo el país. La bronca en la calle se viene en serio. La batalla la van a dar también en el frente jurídico. Sus abogados preparan una pila de demandas de amparo, asegura el líder de los electricistas.
La borrasca asoma en vísperas de que Enrique Peña Nieto asuma la Presidencia de la República. Felipe nos deja un mundo obrero alborotado.
Un suspiro. Eso fue lo que duró el famoso frente sexenal contra el autoritarismo, tan pomposamente anunciado por el jefe panista Gustavo Madero y el perredista Jesús Zambrano, hace una semana en el restaurante El Estoril de Polanco.
La reforma laboral provocó el aborto del frente. El PAN votó a favor y cumplió su promesa de acompañar a la izquierda en el voto de los controvertidos artículos 371, sobre democracia sindical, y 388 bis, referentes a los contratos colectivos.
Los más radicales del PRD consideraron una traición que el azul haya aceptado que se modificara, aunque fuese una palabra, el 371 bis. A la elección libre, secreta y directa de los dirigentes sindicales, se le agregó la palabra indirectas.
Durante el debate en San Lázaro, el PRD recurrió a la diatriba, el insulto, la descalificación. De “rajados” no bajaban a los panistas.
“El dirigente del PAN, Gustavo Madero, dijo hace unos días que ojalá los perredistas no se cuartearan en el acuerdo. Pero quien se cuarteó fue el PAN”, dijo en tribuna Martí Batres.
Luis Alberto Villarreal, coordinador de los azules, observaba desesperado cómo se hacia añicos el frente del que tanto presumía Madero.
Se acercó a Silvano Aureoles, coordinador del PRD. Pidió que le bajaran a los insultos. Lo único que hace es alejar a los panistas de los perredistas, explicó. Nada. La cascada de agresiones siguió.
Mandó a Rubén Camarillo a explicar que en el PAN están abiertos a construir alianzas con la izquierda en asuntos que impidan la regresión autoritaria. “Pero nuestra postura nunca será en contra de todo y a favor de nada. No somos patiño de nadie”, puntualizó.

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