por Alex Nowrasteh
Alex Nowrasteh es analista de políticas de inmigración del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
A raíz de la derrota de Mitt Romney, varios conservadores están reconsiderando su oposición a la reforma migratoria.
Sean Hannity dijo que su posición sobre este tema había "evolucionado" y
John Boehner (Republicano de Ohio) quiere resolverlo en el congreso en
2013. Pero todavía tendrán que superar una gran cantidad de argumentos
malos en contra de la reforma migratoria.
Un argumento particularmente malo y común en los círculos conservadores,
que lo han utilizado desde el gobernador de Mississippi Phil Bryant
hasta el columnista e intelectual Thomas Sowell, se centra en cómo la
reforma migratoria viola el Estado de Derecho.
Este argumento generalmente es algo así: "El Estado de Derecho es uno de
los principios más importantes sobre los que EE.UU. fue fundado. Cuando
los inmigrantes y los estadounidenses violan nuestras leyes de inmigración,
se rompe el Estado de Derecho y se perturban los fundamentos de nuestra
sociedad. Por lo tanto estas leyes deben ser aplicadas".
Este argumento fracasa por múltiples razones.
El Estado de Derecho tiene poco que ver con que el gobierno aplique las
leyes de inmigración. El Estado de Derecho significa que los
legisladores, los jueces y los individuos están sujetos a las mismas
leyes. Relacionado a esto, y resaltado por filósofos políticos como F.A.
Hayek, está la idea de que las leyes y su aplicación deben ser
previsibles para que las personas puedan planificar sus vidas dentro de
un régimen jurídico estable. Las leyes no deben ser arbitrarias y deben
ser consistentes con nuestras tradiciones que han fomentado una sociedad
abierta, y tan libre como sea posible de acciones discrecionales por
parte del gobierno.
Las leyes de inmigración caen muy por debajo de estos estándares.
Nuestras leyes de inmigración son complejas y dan a los burócratas del
gobierno que las administran un poder arbitrario. Las mismas leyes
socavan el Estado de Derecho.
La mayoría de las empresas que solicitan una visa de trabajo tienen que
lidiar con estándares de solicitud arbitrarios y cambiantes. Por
ejemplo, los cambios de regulaciones estatales para agilizar las visas
de trabajo se adoptaron en los últimos días de la administración Bush.
La administración Obama, después de asumir el cargo, cambió porciones de
esas regulaciones para satisfacer las demandas sindicales. ¿Quién sabe
qué regulaciones cambiarán el próximo año o el año después?
Si el Estado de Derecho requiere de previsibilidad para que las personas
puedan planificar su vida, el sistema de inmigración fracasa en este
aspecto. La adhesión a este sistema complejo y en constante cambio no
contribuye al Estado de Derecho.
Otras partes de la ley de inmigración sufren del mismo problema. Las
recientes acciones diferidas para algunos inmigrantes no autorizados son
solo el último ejemplo. El aplazamiento, apoyado por el Departamento de
Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) del presidente
Obama, fue sin duda un paso positivo para los estadounidenses y los
inmigrantes no autorizados que han crecido en EE.UU. Contrario a lo que
dicen sus opositores, el aplazamiento también fue legal, pero eso no
significa que se adhiere al imperio de la ley.
El aplazamiento es temporal, solo dos años, y es renovable, pero no
garantizado. El aplazamiento es un bienvenido alivio de nuestras
injustas políticas migratorias, pero hace que las leyes de inmigración
sean aún más arbitrarias, caprichosas e inviables.
Matthew Kolken, un abogado de inmigración, recientemente pidió
precaución extrema cuando se pretende pedir un aplazamiento. "La mayoría
de la gente simplemente no entiende las complejidades de las leyes de
inmigración", afirmó. "Lo único que puedo decir con absoluta certeza es
que usted va a necesitar un abogado de inmigración en el momento en que
esta administración determine que usted es una prioridad al momento de
aplicar la ley".
La acción de aplazamiento del DHS ha puesto de manifiesto cuán
restrictiva, injusta e imprevisible es nuestra ley de inmigración, pero
la crítica de las acciones del gobierno en este caso es injustificada.
La ira de los opositores debería dirigirse a las leyes existentes que
han hecho de esta acción el mejor uso posible de la discreción
administrativa y de la fiscalía.
Decir que una ley debe ser ejecutada solo porque es la ley es uno de
los argumentos menos convincentes a favor de redoblar nuestros esfuerzos
para hacer cumplir las leyes actuales de inmigración.
Desafortunadamente, este argumento es omnipresente en los debates sobre
inmigración. Cuando las leyes son malas, debemos cambiarlas en lugar de
seguirlas ciegamente sin importar las consecuencias.
La creación de un ambiente en el que impere el Estado de Derecho en el
contexto de la ley de inmigración requiere la derogación de la gran
mayoría de las leyes que regulan la inmigración. A pesar de que leyes de
inmigración más restrictivas podrían satisfacer algunas de las
condiciones del Estado de Derecho, estas serían contrarias a nuestras
tradiciones como una sociedad libre. La prioridad del gobierno debería
ser establecer una ley sólida y justa que sea consistente con nuestras
tradiciones pro-inmigración, en lugar de tratar de hacer cumplir la
confusa normativa existente.
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