22 enero, 2013

El mexicano enojado



El mexicano enojado


Román Revueltas Retes



Cuando navegaba por los foros de discusión que aparecen en la edición digital de este diario (cosa que ya no hago, por instrucciones directas de mi amigo Luis González de Alba) me resultaba muy llamativo —más allá de lo desagradable que es frecuentar ámbitos donde brota inconteniblemente la más desenfrenada vulgaridad y de constatar la pobreza de unas argumentaciones, si es que las podemos llamar así, sustentadas puramente en insultos, ofensas y agresiones—, me resultaba muy llamativo, repito, luego de una de mis poco digeribles y acostumbradas parrafadas, el colosal enojo que parecía llevar en las tripas alguna gente, ese enfado y esa cólera que, por más que la podamos entender porque la vida es muy dura para muchas personas, no deja de ser algo esencialmente sorprendente.




Hace algunos días escribía sobre el individuo permanentemente inconforme, una subespecie hecha de ciudadanos a los que nada puede proponérseles sin que expresen su automático rechazo; pues bien, ahora toca, diría yo, hacer el retrato del mexicano que no solo se opone a todo sino que le brota una rabia incontenible y tan potencialmente destructiva como posibles fueren los espacios donde la pudiera no solo expresar sino hasta actuarla, es decir, transformarla finalmente en vandalismo y barbarie.



Supongo que los enmascarados que saquean locales comerciales y rompen las vitrinas en las calles son la expresión más extrema de este fenómeno social. Porque, en efecto, de eso se trata, de una suerte de tendencia colectiva que se manifiesta de manera creciente en nuestras sociedades y que resulta de todos esos agravios, reales o imaginarios, que los individuos van absorbiendo a lo largo de una existencia que, por lo que parece (y visto, justamente, su nivel de enojo), no les brinda demasiadas satisfacciones.



El ciudadano rabioso no ha tenido suerte ni mayores oportunidades; la vida no le ha sido justa y su futuro no es tampoco muy prometedor. Le queda, entonces, su enojo y, como promesa, ese “estallido social” que tanto fascina a los izquierdosos. Ni modo…

No hay comentarios.: