Las viejas recetas del fracaso
Es sabido que cuando Echeverría decretó un precio fijo al litro de
leche, quebró la industria ganadera nacional que tuvo que sacrificar y vender
sus reses en canal y tuvimos que empezar a importar el lácteo de Europa, muchas
veces radioactivo. ¿La realidad? Nos quedamos sin leche y sin vacas, en lugar
de estimular la libre competencia.
Hemos vivido la desastrosa experiencia del control de cambios y a pocos
debe escapar que medidas de esta naturaleza provocan una pavorosa fuga de
capitales, crean un mercado negro que estimula la devaluación de la moneda que
se pretende proteger y ocasiona el desabasto de bienes de consumo con las
evidentes consecuencias sociales.
De sobra se conoce que cuando se intenta financiar el gasto público
mediante la emisión de billetes impresos en las máquinas de los bancos
centrales, se produce una espiral inflacionaria que destruye las menguadas
finanzas de quienes menos tienen, entre otros daños de similar cuantía.
La experiencia ha demostrado hasta el cansancio que cuando se comienza
con una política expropiatoria en el sector empresarial, se cancela la
inversión privada, se dejan de crear fuentes de trabajo y se inicia una
hemorragia financiera que se comprueba al identificar los anaqueles vacíos de
los centros comerciales, entre otros efectos sociales no menos delicados.
Una nutrida mayoría de políticos mexicanos, me atrevo a afirmarlo, ya
aprendió que cuando los salarios suben por la escalera, los precios suben por
el elevador, es decir, los decretos que establecían los aumentos de sueldos de
emergencia, al final, por medio de una carestía desbocada, destruían el
bolsillo de quienes se quería ayudar.
Como lo sostuvo el presidente Lula, no se trata de quitarle a los ricos,
sino de crear empleos y riqueza entre quienes carecen de ella para incrementar
su capacidad de consumo y estimular el aparato productivo. Hollande habla de
generar riqueza en Francia y empieza por crear un impuesto del 75 por ciento a
las utilidades de los millonarios, quienes sacan sus ahorros para enriquecer a
otros países…
Hoy se sabe que unas empresas fuertes generan abundantes utilidades y
éstas constituyen el principio de un fisco fuerte y que un fisco fuerte
resuelve con más eficiencia las carencias de los desposeídos y viceversa.
En la actualidad ya se entiende que no es congruente defender a la
democracia en discursos electorales y en la práctica atacarla a través de la
instrumentación de principios económicos que tarde o temprano acabarán con las
esperanzas de los marginados orillándolos a propalar un nuevo incendio de la
nación.
Es difícil ignorar a estas alturas que las así llamadas “empresas
estratégicas” como Pemex y CFE, están quebradas de punta a punta y hacen agua a
babor, estribor, proa y popa por diferentes razones, entre otras, la
incapacidad del gobierno en convertirse en empresario.
México no puede volver a ser gobernado por personajes que pretenden
hacerlo sacando viejas recetas caducas del bote de la basura, ya sea que
intenten lograrlo por ignorancia o mala fe o ambas juntas. Las recetas del
éxito para rescatar a millones de personas de la miseria está a la vista, para
quien quiera verlas, en Brasil, en la China “comunista” o en la India.
¡Cuidado con el regreso de los emisarios del pasado!
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