por Guillermo Cabieses
Guillermo Cabieses es profesor de los cursos de Economía y
Derecho en la Universidad de Lima y de Derecho y Análisis Económico del
Derecho en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Es Máster
en Derecho (LL.M.) por la Escuela de Derecho de la Universidad de
Chicago y abogado por la Universidad de Lima.
Las profesiones pueden ser ingratas y relegar al olvido a grandes
hombres, sin la gloria y los honores que deberían acompañar su memoria.
Ese es el caso del recientemente fallecido Armen Alchian, uno de los más brillantes economistas de la tradición de la Escuela de Chicago.
Nunca ganó un premio Nobel a pesar de que sus estudios fueron pioneros e
influyentes en varias materias y han servido de base para los estudios
de muchos autores que han construido sus teorías sobre la sólida
estructura intelectual que Alchian edificó. "Hay una vieja tradición escandinava que consiste en no darle el Premio Nobel a Jorge Luis Borges",
solía decir el propio Borges y yo añado que esa tradición se extendió a
no darle el premio a Armen Alchian, que lo ha merecido probablemente
más que ningún economista vivo.
Alchian estudió en Stanford, donde obtuvo su doctorado en economía en
1944, dos años más tarde se incorporó a la plana de profesores de la
University of California at Los Angeles (UCLA) donde permanecería el
resto de su carrera. Escribió en diversos campos, teniendo notables
contribuciones al estudio del desempleo, la regulación, la teoría de la
firma, la evolución de los derechos de propiedad, entre otros. Escribió también, junto con William R. Allen, un famoso texto de introducción a la economía titulado University Economics (posteriormente retitulado: Exchange and Production). En este libro se encuentra el llamado Teorema de Alchian y Allen
(también conocido como “shipping the good apples out” o la “tercera ley
de la demanda”). Según este teorema, cuando se añaden costos fijos por
unidad a bienes sustitutos, el más caro de éstos se vuelve relativamente
más barato respecto del otro, con lo cual es probable que se incremente
el consumo de bienes de mejor calidad. Un ejemplo puede ayudarnos a
entender mejor esto y a evidenciar el poderoso razonamiento económico de
Alchian.
Imaginemos un país productor de vinos en el que hay buenos vinos y
vinos regulares. Asumamos que la botella de vino regular cuesta $10,
mientras que la de buen vino cuesta $20. Importar vino de ese país
cuesta USD 10 por botella (con independencia de la calidad del vino).
Esto hace que el precio relativo de uno frente al otro tenga un ratio de
1:2 en el país de origen, donde el vino regular cuesta la mitad que el
bueno, pero un ratio 1:1.5 en el país vecino donde el vino bueno cuesta
$30 ($20, que cuesta producirlo, más $10, que cuesta importarlo),
mientras que el regular, $20 (misma fórmula). Así, descubrimos que el
buen vino es relativamente menos caro en el país vecino que en su país
de origen, lo que significa que se consumirá más de él en el extranjero.
Este mismo análisis nos permite intuir que si los costos de importar el
vino bajan, se consumiría entonces más del vino regular en el país
vecino. En realidad son tantas las ideas sobresalientes de Alchian que
un libro no alcanzaría para explicarlas, mucho menos una columna, pero
he querido explicar una de sus ideas para ilustrar su genialidad.
Alchian solía decir: “He disfrutado tanto trabajar en problemas de
economía que no parecía un trabajo”, algo similar debe decirse de sus
textos que uno lee no sólo para aprender, sino para disfrutar.
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