La publicación de mi escrito;
"Francisco ¿Papa Reformador?" Fue detonante suficiente para darme cuenta
de que en la Iglesia católica también cabalgan talibanes. Expresar que
Jesucristo fue el primer libertario de la historia y exponer mi
inquietud de que el nuevo Papa sea Jesuita, me ha valido feroces ataques
que ni en tiempos de la Sagrada Inquisición se hubieran presentado.
Yo no arremetí contra el Papa, simplemente expuse preocupaciones de
algunos pensadores argentinos, que lo conocen, en relación a su visión
de los mercados libres y su cruzada por la redistribución de la riqueza.
Era lo que uno de los economistas más prestigiados del mundo, Alberto
Banegas Lynch, había publicado analizando la visión economía de, en
aquel tiempo, el Arzobispo de Buenos Aires.
Expuse mi inquietud de que fuera Jesuita, mas no lo sumé a los jesuitas
guerrilleros que cabalgan en América Latina. Ahora, el católico que no
esté enterado de la participación de los jesuitas en los movimientos
guerrilleros de nuestra región, está desinformado. Pero también afirmaba
que el nuevo Papa ha sido un feroz crítico de esa venenosa Teología de
la Liberación y, en especial, del horroroso paso de los Kirchner por la
Argentina.
Describo a Jesucristo como el primer libertario de la historia y me
sostengo. Jesús fue sacrificado por un Estado teocrático al haber
expuesto su hipocresía y resistirse a sus leyes blasfemas. Él no
estableció leyes opresoras ni burocracias hambrientas para cumplir sus
mandatos. Le dio al hombre el libre albedrio para lograr o no su
salvación. Pero este tema será capítulo especial.
Ahora, con la polvareda despejada y después de haber leído un excelente
artículo de mi amigo, Alex Chuafen, titulado; "Justicia Social y el Papa
Francisco. Decidiendo entre Libertad y Servidumbre," para mí las cosas
están más claras y mis inquietudes empiezan a desaparecer. Alex no sólo
es argentino, es un gran intelectual y católico ferviente.
Empiezo a conciliar a Francisco con Juan Pablo II quien en su encíclica
Centesimus Annus, afirmara: "Cuando la ambición del hombre es
violentamente suprimida, se remplaza con un aparato burocrático que
marchita el manantial de la iniciativa. Cuando la gente piensa poseer el
secreto para una organización social perfecta, piensan pueden usar los
medios necesarios, incluido violencia y engaño, para lograr su
propósito. La política entonces se convierte en religión secular que
opera bajo la ilusión de crear un paraíso en la tierra. Pero ninguna
sociedad política—aun con su autonomía y sus leyes—puede jamás
confundirse con el reino de Dios".
Juan Pablo II hacía una advertencia: "El resolver los graves problemas
del mundo, no es sólo cuestión de producción u organización judicial o
social. Se requieren valores y cambios de mentalidad, conductas y
estructuras. Se requieren reformas radicales en instituciones como la
media, el cinema, universidades, escuelas, la familia, para que la
democracia y capitalismo alcancen su potencial".
Se me ataca por definirme como liberal.
¿Eres liberal? Pregunta mi admirado amigo Giancarlo Ibargoen y prosigue:
"Si crees en la libertad individual, en tu derecho a decidir por ti
mismo lo que es mejor para ti, actuar conforme a tus convicciones,
siempre y cuando respetes los iguales derechos de los demás...
Si crees que cada persona es dueña de sí misma y tiene derecho a poseer
propiedad privada, adquirida con su trabajo intelectual o manual, o
recibida de otro en herencia o como regalo...
Si crees que la responsabilidad es siempre personal, que eres
responsable de lo que haces y de las consecuencias de tus acciones, que
debes respetar las opiniones, actitudes y prácticas –aunque sean
diferentes de las tuyas– de personas pacíficas y honestas, y ser
tolerante excepto con la intolerancia"... sí lo eres.
El liberalismo es la visión dedicada a encontrar fórmulas para el
progreso material del hombre. Busca provocar el bienestar exterior
consciente de que esas necesidades interiores no se satisfacen sin la
reforma y cooperación de las instituciones que citaba Juan Pablo II. No
puede evitar que hombres con el corazón corrupto arriben al mercado,
pero el "verdadero liberalismo" los elimina, el neoliberalismo los
cobija.
El capitalismo democrático no es sólo un sistema de empresa libre. No se
puede divorciar de la cultura que nutre los valores y virtudes de los
cuales depende su existencia. La sabiduría que debe envolver al sistema
político con el sistema cultural—moral, tiene un profundo efecto en la
operación del aparato económico.
En América Latina portamos terribles confusiones ideológicas y
semánticas hirviendo en un explosivo y venenoso potaje. Confunden
Liberalismo con Neoliberalismo, identifican justicia social con
expropiación y redistribución de la riqueza. Se promueve la pobreza como
virtud. Unos odian a los ricos y otros desprecian a los pobres.
Pero ante tanta confusión surgen algunos rayos de luz. La historia no
señala que, lejos de nuestra miope visión, los jesuitas fueron pioneros
en la lucha por la libertad económica. La Escuela de Salamanca, en gran
parte conformada por jesuitas, inició esa cruzada durante el Siglo 16.
De ella surgirían grandes libertarios como Luis de Molina y el más
libertario de todos, Juan de Mariana.
Alex Chuafen hace una brillante exposición de lo que debería de
entenderse como justicia social, y difiere radicalmente de lo manejado
por los clásicos demagogos latinoamericanos estilo Perón, Echeverría y
Hugo Chávez, que han llevado a nuestros países el abismo. El concepto
original no era tomar del rico para darle al pobre. El creador del
concepto fue el jesuita, Luigi Taparelli, quien era crítico de las
políticas redistributivas que limitan la propiedad privada en nombre de
la compulsiva benevolencia.
Juan de Mariana argumentaba que el concepto de igualdad ante la ley
requiere de cierta desigualdad, es justo que los más productivos tengan
mejores recompensas. Pero mi mayor sorpresa fue enterarme que de Mariana
fue el gran inspirador de Thomas Jefferson y James Madison, esos
libertarios considerados como los padres de los EU que coleccionaban sus
escritos.
El ala jesuita a la que pertenece el Papa Francisco, piensa la justicia
social nada tiene que ver con redistribución que hace el gobierno,
reconoce que algunas inequidades no son injustas y entran en el plan de
Dios. Pero hay otras inequidades producto del pecado a base de
instituciones que las promueven y protegen.
Afirma Alex que el Papa Francisco tiene la oportunidad de renovar la
vieja tradición de justicia social, cambiando el esfuerzo de
redistribución hacia la construcción de un esquema de una sociedad más
eficiente, respetando la propiedad privada, con monedas saludables,
combatiendo el capitalismo crony, proteccionismo y otras causas de
injustas inequidades que afectan a los pobres. Ese es el camino hacia la
liberación y una verdadera sociedad más justa.
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