26 marzo, 2013

Hemos trabajado y logrado tanto estos primeros cien días, que el país merece vacaciones

El país entero, como debe de ser por todo lo trabajado y alcanzado estos primeros cien días, se va de vacaciones; que el resto del mundo se preocupe de sus problemas y si quiere, que se ocupe en su solución. Nosotros, desde alguna soleada playa y con la panza de fuera, ni nos enteraremos.
En la colaboración en Global este viernes 22, hice un breve recuento de la situación en Chipre y las consecuencias para la Unión Europea y la zona euro debido a los problemas que desde hace tiempo enfrenta el sistema financiero de aquel país.

Si bien la situación no está del todo resuelta, el gobierno chipriota y el Parlamento debieron tragarse sus bravatas y aceptar la fijación de un impuesto a los depósitos bancarios. La propuesta inicial fue modificada para quedar así: los depósitos cuyo saldo fuere mayor a 100 mil euros, deberán pagar un impuesto de 20.0%; además, los retiros de efectivo en cajeros automáticos se limitarán a los 120 euros por día con miras a evitar la fuga de capitales.
Al margen de las características del acuerdo final a que lleguen la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional) y el gobierno chipriota, no hay duda que lo que marca la situación en la Unión Europea, es la fragilidad; además, al margen de las dimensiones económicas e importancia política del país donde estallare el problema, los efectos desestabilizadores se dejarían sentir en el resto del mundo.
La situación que priva hoy en gran parte del planeta, no desde el estallido del problema chipriota sino desde hace varios años, se caracteriza por la incertidumbre ante la falta de voluntad política para enfrentar los problemas de fondo y tomar las medidas dolorosas e impopulares que sentarían las bases de una solución real y efectiva.
En este sentido, la zona euro y la Unión Europea no están solas; decenas de países tienen problemas estructurales de gravedad similar o mayor a la que enfrentan los europeos y de ellos, un buen porcentaje se encuentra en América Latina.
México, por encima del triunfalismo que hoy priva el cual, además de pretender acallar toda opinión crítica o no complaciente, ya supera al que privó durante los seis años del gobierno encabezado por Felipe Calderón.
La evidencia es abrumadora; la profundidad y gravedad de nuestros problemas, lejos de reducirse, ha adquirido niveles que nos acercan a la desestabilización política. Esto, que a nadie parece preocupar y menos ocupar, lo enfrentamos con vacaciones; que el resto del mundo, si así lo decidiere, que se preocupe y ocupe.
¿Por qué nos vamos de vacaciones preguntará usted, dado el agravamiento imposible de ocultar de problemas que parecen no tener fin y menos concitar la obligada atención por parte de nuestros gobernantes?  La respuesta, fácil de entender, es ésta: es tanto lo trabajado estos primeros cien días e “históricos” los logros obtenidos por la actual administración, que los héroes están fatigados. En consecuencia, las vacaciones son, además de merecidas, obligadas.
No seamos mezquinos ante tanto logro; al regreso, nuestros políticos –con las fuerzas recuperadas–, seguirán concretando logros “históricos”. Sólo por eso, que sí se vayan de vacaciones.
¡Pobre país!

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