19 marzo, 2013

La Iglesia católica y los nuevos tiempos

Martín Espinosa

La Iglesia católica y los nuevos tiempos
Tiene razón el nuncio apostólico en México, monseñor Christophe Pierre, cuando dice que lo que le preocupa a la Iglesia en estos tiempos no es por qué ha disminuido el número de católicos en el mundo o que está haciendo mal, por lo cual muchos cristianos abandonan esa milenaria religión.


Lo verdaderamente trascendente está en “qué cambios ha sufrido el mundo en general que hoy el ser humano ya no cree en los valores que durante siglos ha enarbolado la fe católica”. Y no es un problema exclusivo de esta confesión religiosa. Muchas otras han sufrido una merma en el número de fieles debido a la incredulidad que prevalece en estos tiempos y que ha vuelto al hombre más racional, menos espiritual, sumido en un materialismo rampante y en medio de un relativismo no sólo moral o ético, sino lo que es peor: filosófico; aquel que niega la existencia de verdades absolutas, ya sea en el ámbito del conocimiento, de la propia moral o, incluso, de la metafísica.
Alguien llegó a decir que “el hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son” (Protágoras).
Frente a esta corriente filosófica muy difundida en la cultura contemporánea, las religiones y —particularmente la católica— han tenido que “batallar” y en estos tiempos donde los cambios ocurren aceleradamente han sucedido hechos que, sin duda, incidirán en el futuro del pensamiento y las formas de vida que escoja el hombre actual.
Ya el papa Benedicto XVI —hoy emérito— durante el discurso de inauguración el 13 de mayo de 2007, de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Celam) en Aparecida, Brasil, advertía: “¿Qué es esta ‘realidad’? ¿Qué es lo real? ¿Son ‘realidad’ sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas”.
La elección de un nuevo Papa pone a la Iglesia en el camino del reencuentro con el origen por el cual surgió: “No te olvides de los pobres”, le dirían algunos cardenales al arzobispo de Buenos Aires minutos después de haber alcanzado los dos tercios necesarios del total de 115 electores del último cónclave. Se lo confió a los poco más de seis mil periodistas que la mañana del pasado 16 de marzo llenaban el aula de las audiencias en El Vaticano: “En la elección tenía junto a mí al arzobispo emérito de Sao Paulo, y también prefecto emérito de la congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: ¡un gran amigo, un gran amigo! Cuando la cosa se estaba convirtiendo en algo un poco peligroso, él me confortaba. Y cuando los votos alcanzaron los dos tercios, llegó el aplauso porque el Papa había sido elegido. Él me abrazó, me besó y me dijo: ‘¡No te olvides de los pobres!’. Y esa palabra entró aquí: los pobres, los pobres. Después, inmediatamente, en relación con los pobres pensé en Francisco de Asís. Y después pensé en las guerras, mientras seguía el escrutinio hasta totalizar los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. De este modo llegó el nombre a mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, tampoco nosotros tenemos una relación muy buena con la creación, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”.
Y la pobreza en el mundo no sólo es material; en la actualidad la vemos manifestada de muchísimas formas.

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