Ladrillo a la nichecracia venezolana | ||||
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Venezuela
tiene varios rasgos que definen su vida democrática. En este país la
democracia es entendida como voto “universal, directo y secreto”,
perdiendo algunas sutilezas que tiene el sistema democrático. La
democracia en Venezuela data de 1945, con un golpe de Estado para
derrocar a los militares andinos en el poder. Tras una interrupción
dictatorial entre 1948 y 1958, la democracia se instaló con un pacto
entre políticos, el “Pacto de Punto Fijo”. Ese acuerdo vigente entre
1958 y 1992 tuvo estos rasgos:
- El concepto de “pueblo”. En la retórica política venezolana nunca se apela al individuo, sino al colectivo.
- El
partido político representa al pueblo. Su sintonía e identificación con
el pueblo, mediante los sufragios, le legitima para cualquier decisión.
- La
renta petrolera es del Estado, es decir, del pueblo. Los partidos
tienen la responsabilidad de repartirla. El gran problema de la
democracia venezolana es cómo repartir la renta que recibe el Estado por
regalías e impuestos sobre la industria petrolera. El petróleo
representa 95% de las exportaciones.
- Escaso
nacionalismo: el país depende críticamente de las importaciones
petroleras de EEUU y el sueño es pisar Miami o mejor, retirarse allí a
vivir. La transculturación es recurrente. Lo folclórico es niche,
fundamentalmente.
- Superhombre
militar: la vida histórica gira en torno al titánico Simón Bolívar. Es
el centro de la historia venezolana. Se elogia su legado de libertad e
independencia. Inconscientemente se apela a la etapa terminal de su
legado entre 1825 y 1830: dictadura y militarismo. Su ética de
sacrificio personal y servicio público se considera inalcanzable.
- Corrupción:
“No me den, pónganme donde haya”. Robar es legítimo. La ética
extractiva legada por las instituciones coloniales españolas sigue
vigente: trabajo, esfuerzo, estudio, ciencia, estas cosas desagradan; no
obstante se guarda respeto por quien las hace, si bien se les ve algo
“excéntricos”.
- Hay
que estudiar. El título universitario es el delirio civil venezolano,
para dar ascenso a cargos políticos y canonjías. Se desprecia la
formación en escuelas técnicas y oficios como electricista,
plomero/fontanero, carpintero, mecánico o agricultor. La educación
gratuita es un derecho.
- Exhibicionismo:
la mejor forma de sentirse bien es que el resto esté mal. La necesidad
de mostrar ropas, modas, vehículos y recuerdos de viajes es fundamental
para sentirse “dentro” de la “buena sociedad”. Abundan las páginas
sociales en los periódicos, mostrando fotos de fiestas y cócteles. Esto
distancia del “niche”. Axel Capriles señala: “el venezolano no busca
poseer para acaparar individualmente, sino para vivir de manera
extrovertida en el presente, para compartir y gastar.” (c.f. El Complejo
del Dinero, Ediciones Bxel, 1996). El autor habla de la “psicoeconomía
del venezolano” en tal sentido.
Y
por sobre todo esto, el igualitarismo: en Venezuela se tutea, se evitan
formalidades de distancia entre diferentes estratos sociales. En la
práctica, la desigualdad anda rampante. Siguiendo nuevamente a Axel
Capriles, sobre el caso venezolano: “…El lenguaje ordinario, el
comportamiento y las fórmulas de trato entre las personas buscan saltar
las distancias de las posiciones porque ellas se interpretan como
sometimiento e injusticia. Como angustiante paradoja, y a pesar de
nuestra supuesta pulsión de horizontalidad y acercamiento igualitario,
en Venezuela nunca ha existido una verdadera justicia. El discurso
igualitario es más una forma retórica que un hecho real.” (Capriles, op.
cit., p. 150). A diferencia de otras sociedades sudamericanas,
especialmente la vecina colombiana, se evita hacer flagrante la
desigualdad y se vive en un supuesto igualitarismo, especialmente
reflejado al votar, pues todo ciudadano vale un voto.
Es
importante evitar un error metodológico que señalaba en sus clases de
economía el profesor M.J. Cartea. No existe “el venezolano”. Como
liberal, apelo al individuo. Lo que señalo son tendencias y cultura
compartidas. Innumerables venezolanos escaparon a esta tendencia.
¿El
resultado? Especialmente a partir de la nacionalización de la industria
petrolera en 1976, Venezuela inició un distanciamiento importante entre
clases sociales y una pobreza que alcanzaba niveles de 40% en los años
1990. La volatilidad en el precio petrolero incidía directamente en la
política social. La inflación y salida de capitales hacia el extranjero
convivían indefectiblemente. Una significativa proporción de población
se alimentaba con comida para mascotas, por demás eximida de Impuesto al
Valor Agregado (IVA) cuando se introdujo este impuesto en los años
noventa.
Si
algo caracteriza la historia venezolana es un afán igualitario, si bien
de índole extractivo. Ganar el poder político y las rentas públicas es
la única forma de ascender en riqueza y someter al que antes te
humillaba exhibiendo su riqueza. En el Siglo XIX las dos grandes
conmociones igualitarias, durante la Guerra de Independencia en 1813-14 y
con la Guerra Federal entre 1859 y 1864 tenían por banderas: “muerte a
los propietarios”, “muerte a quien sepa leer y escribir” o “muerte a los
blancos”. Un retrato de estas pandemias revolucionarias se recoge en
las obras del psiquiatra y novelista histórico Francisco Herrera Luque
(1927-1991). Si alguien quiere entender a Chávez, tiene que leer BOVES
EL UROGALLO o LOS CUATRO REYES DE LA BARAJA, los mejores libros de este
autor.
Aterricemos
en Chávez. Su golpe de Estado en 1992 fue una reacción a un ajuste
emprendido por un demagogo “reformado”, Carlos Andrés Pérez, quien
intentó quitar la economía de controles sobre precios y divisas que
reinaba en Venezuela durante la democracia. El “neoliberalismo” de CAP
fue rechazado inmediatamente, teniendo una corta vida entre 1989 y 1993.
CAP fue enjuiciado por corrupción (de hecho, se considera que robó en
gran escala durante su primer gobierno y ya se había salvado de un
juicio anterior en el Parlamento por corrupción, el caso “Sierra
Nevada”). Lo que siguió fue un nuevo afán estatalista con Rafael
Caldera, quizás el personaje más nefasto de la democracia venezolana por
su fatal Ley del Trabajo de 1936 y haber abolido las escuelas técnicas
en un primer gobierno. Entre sus proezas estuvo indultar al golpista
Chávez y restablecer sus derechos políticos.
El
historial de Chávez lo sabe cualquiera bien informado. Lo que destaco
es que entre diciembre de 1998 y su muerte en marzo de 2013 mantuvo más o
menos los rasgos sistémicos que ya enumeré. ¿Qué es lo novedoso con
Chávez? Esencialmente una retórica de desprecio a la simpatía con EEUU,
sustituyendo la transculturización por un nuevo destino: Cuba. Al menos
políticamente, porque los venezolanos que hicieron dinero con Chávez
siguen visitando Miami y ahora Madrid, por facilidad migratoria e
idioma. Chávez y su grupo entronizaron lo niche: el barrio pobre, el
lenguaje chabacano y la ordinariez ganaron carta de ciudadanía. Y bajo
su gobierno ha reinado la violencia urbana y el despojo al propietario.
Caracas es la ciudad con la segunda tasa de homicidios mundial. En Kabul
un caraqueño probablemente esté más seguro.
La
descapitalización técnica ha sido notable. Los que tenían algo de
conocimiento técnico y prominencia fueron considerados como oligarcas,
como vinculados a una plutocracia decadente. La oclocracia se hizo
norma. La única solución para quien tuviese antipatía al comunismo
cubano o el partido de Chávez era emigrar. Un puñado de ciudadanos, bien
por imposibilidad, sincero patriotismo o resignación se quedaron en un
país donde aún circula abundante liquidez, por una renta petrolera en
máximos históricos. Debe recordarse que Chávez había llegado al poder
con un petróleo venezolano en doce dólares por barril.
¿Qué viene al morir Chávez?
El
problema es que hasta ahora parece ausente un “Ladrillo”. En su
reciente libro HEAVENS ON EARTH. HOW TO CREATE MASS PROSPERITY (Cielos
en la Tierra. Cómo crear prosperidad masiva, Biteblack Publishing,
2013), J.P. Floru describe el caso chileno. Había un grupo de
economistas liberales, formados en Chigago, trabajando bajo los
gobiernos de Frei y Allende para ofrecer una alternativa al estatalismo.
El primer día que los militares del siniestro Pinochet llegaron a sus
despachos tras un golpe militar, tenían sobre la mesa “El Ladrillo”, el
documento de políticas públicas preparado por estos académicos. ¿Hay
algo así en Venezuela? Hasta el momento está sin emerger. El candidato
opositor al chavismo, Henrique Capriles R. sólo parece tener el objetivo
de quitar del poder a los nichócratas. Más allá de eso, se desconoce
cualquier otro objetivo por desmantelar el capitalismo rentista
venezolano. Este capitalismo rentista es un término acuñado por el
académico Asdrúbal Baptista. La renta que sostiene la democracia
venezolana es la petrolera.
La
variable clave es entonces el precio petrolero. Mientras el petróleo
siga rozando USD 100 por barril, será posible mantener el
asistencialismo que ha llevado la tasa pobreza en Venezuela al 27,4%
(Floru, p. 202). Chile, un modesto exportador de Cobre, la tiene 12%
Luego,
dar continuidad a Chávez es viable por encima de 80 USD por barril. Las
tensiones fiscales ya son obvias en una economía con déficit de 18% El
sector privado está estrangulado. Sólo si el petróleo pierde valor habrá
problemas. Y lo cierto es que la producción de crudo ha sido casi la
mitad bajo el chavismo, tras sacar a los técnicos de la petrolera
estatal y llenarla de acólitos, Hoy Venezuela incluso importa gasolina.
¿Mi
recomendación política? Votar por Maduro. Lejos de creer en él, tengo
algo claro. Si hay que poner orden en las cuentas fiscales venezolanas y
girar la política hacia otro discurso ajeno a la nichecracia, sólo los
chavistas podrán hacerlo. El opositor Capriles R. corre un riesgo de
recibir una Venezuela ingobernable. Si intenta cualquier reforma, tiene
múltiples enemigos. La oposición al chavismo ha sido torpe y miope.
Muchas veces ha sido incluso sobornada por Chávez – su opositor hace
años, Francisco Arias Cárdenas, fue hasta hace poco un diplomático que
se asimiló al chavismo-. Sólo desde el chavismo se tendrá algo de
estabilidad institucional para una transición. La clave es que técnicos y
ciudadanos ajenos a la política tengan su “Ladrillo” preparado para el
primer día que se sienten en sus poltronas los acólitos del chavismo que
sucederán a su mártir, que en paz descanse.
Madrid, Marzo de 2013
Carlos Goedder
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