29 marzo, 2013

Lo que espero del nuevo papa, Francisco

por Víctor Pavón
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
Las confesiones religiosas influyen sobre nuestras conductas y se traslada a la educación. La milenaria Iglesia Católica, por supuesto, no es la excepción. Y ahora que ha sido elegido un nuevo Papa, el cardenal Jorge Bergoglio, llamado Francisco, me parece importante que desde Roma se realice una profunda revisión de los contenidos programáticos que forman parte de las enseñanzas de esta iglesia en nuestro continente latinoamericano.


En el presente, demasiados diáconos, laicos y sacerdotes están muy influenciados por la llamada Teología de la Liberación, una línea de pensamiento filosófica de fuerte contenido económico basada en el marxismo. La misma Doctrina Social de la Iglesia ha sido relegada en varias congregaciones por aquella que pretende ser una opción por los pobres. Si profundizamos todavía más, ciertamente el cristianismo está lejos de presentarse como una teoría política, puesto que el mensaje de Cristo apunta a otra dirección. Tampoco los apóstoles proponen formulaciones políticas, incluido el mismo San Pablo, excepto aquellas referidas al origen de la autoridad o la obediencia al poder civil. Importantes encíclicas papales ofrecen un interesante testimonio de la distinción entre dos mundos, magistralmente interpretado en el pasaje evangélico de "Dad al César lo que es del César y a Dios los que es de Dios"; no obstante, es necesario recordar que también aquellas encíclicas hablan del hombre como un ser espiritual y libre.
Desafortunadamente, desde las mismas entrañas de esta iglesia surge la llamada Teología de la Liberación. Creada en 1971 por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, este compendio de ideas dice que la pobreza de Latinoamérica se debe al capitalismo liberal, a la explotación de los países desarrollados y a la injusta distribución de la riqueza. Toda esta prédica proviene del antiguo dogma socialista fundado en una sociedad irreconciliable de proletarios y burgueses, dogma que fuera expuesta por Marx y Engels en el siglo XVlll para sustentar la lucha de clases.
No es extraño que Gutiérrez con su Teología de la Liberación haya demostrado admiración por la dictadura cubana de Fidel Castro y por la revolución propuesta por el Che Guevara. Es más, la aparición aquí en Paraguay del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) es el resultado de las ideas inspiradas en aquella Teología que, por cierto, encontró en el ex presidente Fernando Lugo a uno de sus principales propulsores, cuando enseñaba (predicaba) en su diócesis en su carácter de obispo a varios jóvenes que luego fundaron el EPP o ahora tienen alguna que otra inclinación por lo que se llama el “programa social” del catolicismo.
Toda Latinoamérica, es cierto, es como un fermento para que la Teología de la Liberación haya caído en terreno fértil. La pobreza extrema, las desigualdades y las injusticias cometidas contra los más necesitados, sin embargo, no tienen la solución que aquella teología propone. Por el contrario, la propuesta conlleva una alta dosis de violaciones a la ética judeo cristiana esbozada, por ejemplo, por el Papa León XIII, quien ya cien años atrás afirmaba que en la búsqueda de la igualdad no se puede violar la fortuna ajena.
La Iglesia Católica en estos momentos está celebrando la asunción de su nuevo Pontífice. Es un momento de regocijo para sus seguidores. De ahí que también es una excelente oportunidad para revisar el desvío al que han caído muchos de sus miembros con la Teología de la Liberación.
Para un continente latinoamericano ávido por hacerse reconocer en su propia identidad en el mundo, el catolicismo también tiene a excelentes propulsores de la sociedad libre. Por ejemplo, está el teólogo católico Michael Novak, consejero en su momento de Juan Pablo ll y autor de un libro llamado El espíritu del capitalismo democrático. También está Robert Sirico, quien desde el Acton Institute, hace notables aportes para enseñar sobre las verdaderas soluciones para ir terminando con la pobreza, aunar esfuerzos por la paz y aumentar los lazos de fraternidad. Sería bueno que el Papa Francisco los haga conocer por estas tierras. Esto espero del nuevo Papa.

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