por Víctor Pavón
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
Las confesiones religiosas influyen sobre nuestras conductas y se traslada a la educación. La milenaria Iglesia Católica, por supuesto, no es la excepción. Y ahora que ha sido elegido un nuevo Papa, el cardenal Jorge Bergoglio,
llamado Francisco, me parece importante que desde Roma se realice una
profunda revisión de los contenidos programáticos que forman parte de
las enseñanzas de esta iglesia en nuestro continente latinoamericano.
En el presente, demasiados diáconos, laicos y sacerdotes están muy influenciados por la llamada Teología de la Liberación, una línea de pensamiento filosófica de fuerte contenido económico basada en el marxismo. La misma Doctrina Social de la Iglesia
ha sido relegada en varias congregaciones por aquella que pretende ser
una opción por los pobres. Si profundizamos todavía más, ciertamente el
cristianismo está lejos de presentarse como una teoría política, puesto
que el mensaje de Cristo apunta a otra dirección. Tampoco los apóstoles
proponen formulaciones políticas, incluido el mismo San Pablo, excepto
aquellas referidas al origen de la autoridad o la obediencia al poder
civil. Importantes encíclicas papales ofrecen un interesante testimonio
de la distinción entre dos mundos, magistralmente interpretado en el
pasaje evangélico de "Dad al César lo que es del César y a Dios los que
es de Dios"; no obstante, es necesario recordar que también aquellas
encíclicas hablan del hombre como un ser espiritual y libre.
Desafortunadamente, desde las mismas entrañas de esta iglesia surge la
llamada Teología de la Liberación. Creada en 1971 por el sacerdote
peruano Gustavo Gutiérrez, este compendio de ideas dice que la pobreza de Latinoamérica se debe al capitalismo liberal, a la explotación de los países desarrollados y a la injusta distribución de la riqueza.
Toda esta prédica proviene del antiguo dogma socialista fundado en una
sociedad irreconciliable de proletarios y burgueses, dogma que fuera
expuesta por Marx y Engels en el siglo XVlll para sustentar la lucha de
clases.
No es extraño que Gutiérrez con su Teología de la Liberación haya
demostrado admiración por la dictadura cubana de Fidel Castro y por la
revolución propuesta por el Che Guevara. Es más, la aparición aquí en
Paraguay del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) es el resultado de las ideas inspiradas en aquella Teología que, por cierto, encontró en el ex presidente Fernando Lugo a
uno de sus principales propulsores, cuando enseñaba (predicaba) en su
diócesis en su carácter de obispo a varios jóvenes que luego fundaron el
EPP o ahora tienen alguna que otra inclinación por lo que se llama el
“programa social” del catolicismo.
Toda Latinoamérica, es cierto, es como un fermento para que la
Teología de la Liberación haya caído en terreno fértil. La pobreza
extrema, las desigualdades y las injusticias cometidas contra los más
necesitados, sin embargo, no tienen la solución que aquella teología
propone. Por el contrario, la propuesta conlleva una alta dosis de
violaciones a la ética judeo cristiana esbozada, por ejemplo, por el
Papa León XIII, quien ya cien años atrás afirmaba que en la búsqueda de
la igualdad no se puede violar la fortuna ajena.
La Iglesia Católica en estos momentos está celebrando la asunción de
su nuevo Pontífice. Es un momento de regocijo para sus seguidores. De
ahí que también es una excelente oportunidad para revisar el desvío al
que han caído muchos de sus miembros con la Teología de la Liberación.
Para un continente latinoamericano ávido por hacerse reconocer en su
propia identidad en el mundo, el catolicismo también tiene a excelentes
propulsores de la sociedad libre. Por ejemplo, está el teólogo católico Michael Novak, consejero en su momento de Juan Pablo ll y autor de un libro llamado El espíritu del capitalismo democrático. También está Robert Sirico,
quien desde el Acton Institute, hace notables aportes para enseñar
sobre las verdaderas soluciones para ir terminando con la pobreza, aunar
esfuerzos por la paz y aumentar los lazos de fraternidad. Sería bueno
que el Papa Francisco los haga conocer por estas tierras. Esto espero
del nuevo Papa.
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