Es cierto lo
que decía el Presidente: que en cien días no se transforma un País. Y
nadie debería esperar eso. Los cien días, de hecho, se deben entender
como otra cosa. Es un periodo de buena voluntad entre los ciudadanos y
el nuevo gobierno, y las fuerzas políticas deben permitir que la
administración naciente tome decisiones.
A su vez —y esto es común en las democracias más maduras— el nuevo
gobierno pone o propone los cimientos de lo que viene: en dónde estará
su esfuerzo, hacia dónde va y, sobre todo, cuál será la filosofía de
Estado. Algunos opinan que los cien días están diseñados para que el
Jefe del Ejecutivo deje atrás su equipo de campaña, que no es experto en
gobernar, sino en generar expectativa, y ponga a verdaderos ejecutores
de políticas públicas.
De hecho, los cien días de Vicente Fox no estuvieron nada mal, por
ejemplo: tomó distancia del partido y convocó a los que él consideró los
mejores para gobernar (el "gabinetazo" mentado); las decisiones que
llevaron al fiasco, fueron posteriores. Felipe Calderón, a estas
alturas, ya había metido a sus amigos al gabinete –contra toda
recomendación– y ya había lanzado la guerra, que fue lo que mandó a la
tiznada todo lo demás. Miles pagarían con su vida tales decisiones;
miles, y uno: él, porque todo se volvió narcotráfico y crimen
organizado, ineptitud y mala administración. No le sigo.
Pero ni Fox ni Calderón tenían la presión de la emergencia. Los dos, con
todo lo que se diga, recibieron un País en paz y en movimiento, a
diferencia de Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y
Zedillo... Y ahora Enrique Peña Nieto, quien recibe una Nación al borde
en todo: apenas democrática, apenas en paz, apenas generando sociedad
civil, apenas creciendo, apenas unida, apenas esperanzada, apenas rumbo a
un Estado con transparencia y gobernabilidad. Una Nación apenas
gobernable.
Un empujón hacia el lado equivocado, y nos hundimos. Un poco de
voluntad, y caminamos. Así está el país. Por eso los cien días de Peña
Nieto son tan importantes.
Un balance puntual –y tomando en cuenta las encuestas, que salen
positivas para Peña Nieto– nos indica que los cien días del nuevo
Presidente en el poder apenas pasan, y de panzazo. Las mejores
calificaciones no son por lo que ha hecho, sino por lo que se espera de
él. En lo demás, reprueba. Y voy por pasos:
Con tantas dudas sobre su honestidad –y la de su equipo y la de su
familia, como Arturo Montiel–, Peña "declaró" su patrimonio sin decir
montos y con propiedades que salieron de la nada. ¿De la nada? De la
nada: dijo que se hizo rico con donaciones. ¿Donaciones? Sí, donaciones.
¿Y de quién? No dijo. Tache. La primera calificación es de cero en
transparencia y cero en rendición de cuentas.
Gracias por la Ley de Víctimas, pero no es de él. Suya era la
responsabilidad de entender su emergencia, en todo caso; y gracias por
eso. Pero no ha cumplido en derechos humanos; no ha dado pasos para
atender los serios reclamos de desapariciones forzadas en contra del
Estado mexicano. Los militares siguen en las calles; Genaro García Luna
está libre. Tache. No lo digo yo: lo dicen organismos internacionales:
desde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hasta Human Right
Watch o Amnistía Internacional. Tache allí, y tache en otro tema
importante: la defensa de los periodistas. Sus cien primeros días están
marcados por ataques a diarios y televisoras, como El Siglo de Torreón,
El Diario, Canal 44 y otros independientes. Ya tiene su primer
periodista muerto, en Ojinaga, Chihuahua. Tache.
Lo anterior nos lleva a las políticas de seguridad. ¿Y su estrategia?
Porque lo que vemos es exactamente lo que hizo Calderón. Cien días y lo
único que sabemos es que no hablará de la inseguridad. Pero y ese vacío,
¿con qué lo llena? ¿Cuáles son las acciones concretas para sacar a
México de la violencia y rescatar Guerrero, Tamaulipas, Zacatecas,
Durango, La Laguna, Nuevo León, Chihuahua, Sinaloa y un largo etcétera?
Tache. La violencia sigue en todo el País (escribo mientras veo la foto
del Secretario de Turismo de Jalisco). Tache.
Con bono a su favor, lanzó una Cruzada contra el Hambre... Que nadie
cree tal: analistas, partidos de oposición, activistas, sociedad civil:
todos creen que es un programa electorero que busca afianzar al PRI en
poblaciones vulnerables en donde el voto es manipulable. Tache, mientras
no le den respuesta a la sociedad civil con resultados.
¿Qué le queda? El tema Elba Esther Gordillo y el Pacto por México. Sobre
lo primero, sólo hago una pregunta en mayúsculas: ¿Y CARLOS ROMERO
DESCHAMPS, CUÁNDO? Yo no le creo al manotazo de Peña Nieto hasta que no
demuestre que el arresto no fue una venganza política. Este parece su
más grande logro pero está detenido con alfileres porque falta que el
resto de la familia pague por enriquecimiento ilícito, y sobre todo
falta que nos explique qué va a hacer con los corruptos líderes
sindicales que están libres.
Sobre Pacto por México: bien. Felicidades. Esperemos, ahora, que dé
resultados. La Reforma Educativa quedó incompleta (no abrió las finanzas
y la democracia de los sindicatos, por ejemplo) y lo que siguen son dos
reformas que muchos no queremos: la del sector energético y la fiscal,
que seguramente beneficiarán al grupo compacto de ricos del País. La
"reforma de telecomunicaciones" la consideraré reforma cuando se logre, y
Televisa y TV Azteca dejen de ser monopolios al servicio del PRI. Así
de simple.
Explico muy sencillo por qué yo, y muchos como yo no creemos en su
Reforma Energética: porque en la desincorporación de bienes de la Nación
siempre nos va de la chingada –perdonen la palabra, pero es la mejor
del diccionario–: los sectores que Carlos Salinas de Gortari abrió,
ahora son nuestros verdugos: Telmex, las televisoras, las líneas aéreas,
los bancos, etcétera. Además, ¿a dónde se fue el dinero de su venta?
¿Alguien lo sabe, que no sea Pedro Aspe?
En cuanto abran Pemex, se van a beneficiar los de siempre, menos los
ciudadanos comunes y corrientes, los que pagan impuestos y pertenecen a
las clases baja, mediana y alta. Eso nos dice la experiencia. Así ha
sucedido siempre.
Como decía, lo único bueno de los primeros cien días de Peña Nieto es lo
que viene, es decir, la expectativa: que REALMENTE se quiera meter en
cintura a los corruptos líderes sindicales, y que realmente se quiera
abrir el sector telecomunicaciones, y que realmente el Pacto por México
sea un mecanismo en el que los partidos empujen la agenda nacional.
Nadie vive de esperanzas, sino de hechos.
Así que, a mi manera de ver las cosas, aunque el Presidente Peña Nieto
sale bien calificado en las encuestas –a las que yo no les creo–, sus
primeros cien días le dan calificación reprobatoria. |
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