‘Santo Hugo Chávez’, tumba de líder venezolano se torna en lugar de culto
Beatriz LECUMBERRI
/AFP
CARACAS --
La fila de visitantes del “Cuartel de la montaña”, los cánticos y
las plegarias no ceden hasta caer la noche, y la recién estrenada
capilla de “Santo Hugo Chávez” ya se quedó pequeña ante el aluvión de
ofrendas y flores para el fallecido presidente venezolano.
“Anoche a la una y media de la madrugada no conseguía cerrar la capilla porque aún había gente rezando”, explica Elisabeth Torres, encargada de custodiar este improvisado lugar de culto en el barrio caraqueño 23 de enero, donde está sepultado Chávez.
La precaria capilla de color azul, construida con madera y techo de hojalata, está inundada de fotografías del mandatario, fallecido el 5 marzo, ramos de flores, velas y estampas de santos. “Fuiste, eres y serás nuestro gigante en la eternidad. Te queremos por siempre”, se lee en un busto de Chávez situado bajo un crucifijo.
A pocos metros de la tumba del considerado “comandante supremo de la revolución bolivariana”, la devoción de sus adeptos no tiene límites.
“He venido a darle las gracias. A mí Chávez no me dio nada material porque no lo necesito, pero me inyectó esperanza. Y hoy siento ese dolor y esa ausencia tan terrible”, dice entre lágrimas Belkys Rivera, abogada caraqueña.
“El fue casi como un segundo Simón Bolívar y con el tiempo, Chávez podría llegar a los altares, con María Lionza, el Negro Primero y el indio Guaicaipuro. Aunque yo creo que eso no estaría del todo bien”, admite Felipe Zamora, otro visitante, citando a las principales figuras de la santería venezolana.
Pero la mitificación de Chávez está en marcha. Uno de los últimos ejemplos es el video divulgado por la Vive TV, perteneciente al Estado, que muestra a Chávez llegando al paraíso, donde es recibido por Bolívar, Guaicaipuro, el guerrillero Ernesto Che Guevara o el fallecido presidente chileno Salvador Allende.
En la fila que aguarda para ver unos segundos la tumba hay venezolanos venidos de ciudades lejanas como Maracaibo, Puerto La Cruz o Cumaná pero también chinos, suizos, colombianos o españoles.
“Decidimos venir para ver la tumba de este hombre que hizo tanto por el pueblo, sobre todo por los más olvidados”, afirma Lesbia Torres, que viajó desde Riohacha, en el norte de Colombia.
“Nosotros vivimos y trabajamos en Caracas gracias a Chávez”, afirma una pareja china, que aguarda su turno junto a sus dos hijos.
Desde que recibió los restos mortales de Chávez, la rutina de este barrio humilde, tradicionalmente de izquierda y posteriormente chavista, ha cambiado y su aspecto también. Sus calles están más limpias y son más seguras, la presencia militar se ha multiplicado y las imágenes del fallecido presidente se cuentan por decenas.
En el barrio 23 de enero, en el que Chávez intentó dar un golpe de Estado en 1992 desde el cuartel donde está enterrado, en el que votaba en cada elección y en el que era recibido como un héroe cada vez que ponía un pie, es difícil encontrar un vecino que afirme abiertamente no apoyar “la revolución”.
En las elecciones presidenciales de octubre de 2012, Chávez consiguió en el 23 de enero un 63 por ciento de los votos y su adversario, Henrique Capriles, un 32 por ciento.
“No soy chavista. No lo digo muy alto porque esta gente no lo entendería”, explica Thomas Schmidt, suizo residente en Venezuela. “He venido porque este empeño de la gente en que Chávez no muera del todo es casi un objeto de estudio”, admite.
El discurso de Chávez es reproducido fielmente por quienes aguardan para visitar tu tumba y palabras como antiimperialismo, lucha contra la burguesía, independencia o socialismo se repiten en la larga espera.
“Chavecito para mí es todo. Nos dio independencia, nos devolvió lo que otros gobiernos nos habían quitado y nos hizo entender que todos tenemos los mismos derechos”, explica, emocionada, Marina Ferreira, española residente en Caracas.
A pocos metros, se organiza una misa al aire libre en homenaje al mandatario, como ocurre casi todos los días. Sin descanso, los altavoces transmiten canciones revolucionarias, algunas cantadas por el propio Chávez.
Desde la puerta de su casa, Armando Robles contempla impasible el ajetreo. Nacido en el 23 de enero hace 71 años, vive a pocos metros del cuartel más famoso de Venezuela y debe ser uno de los pocos vecinos que aún no se ha acercado hasta la tumba de Chávez.
“Yo prefiero recordarlo así”, dice, mostrando una manoseada foto del fallecido presidente, en la que aparece sonriente a la entrada de la casa de Robles, en una de sus visitas al “Cuartel de la montaña”
“Anoche a la una y media de la madrugada no conseguía cerrar la capilla porque aún había gente rezando”, explica Elisabeth Torres, encargada de custodiar este improvisado lugar de culto en el barrio caraqueño 23 de enero, donde está sepultado Chávez.
La precaria capilla de color azul, construida con madera y techo de hojalata, está inundada de fotografías del mandatario, fallecido el 5 marzo, ramos de flores, velas y estampas de santos. “Fuiste, eres y serás nuestro gigante en la eternidad. Te queremos por siempre”, se lee en un busto de Chávez situado bajo un crucifijo.
A pocos metros de la tumba del considerado “comandante supremo de la revolución bolivariana”, la devoción de sus adeptos no tiene límites.
“He venido a darle las gracias. A mí Chávez no me dio nada material porque no lo necesito, pero me inyectó esperanza. Y hoy siento ese dolor y esa ausencia tan terrible”, dice entre lágrimas Belkys Rivera, abogada caraqueña.
“El fue casi como un segundo Simón Bolívar y con el tiempo, Chávez podría llegar a los altares, con María Lionza, el Negro Primero y el indio Guaicaipuro. Aunque yo creo que eso no estaría del todo bien”, admite Felipe Zamora, otro visitante, citando a las principales figuras de la santería venezolana.
Pero la mitificación de Chávez está en marcha. Uno de los últimos ejemplos es el video divulgado por la Vive TV, perteneciente al Estado, que muestra a Chávez llegando al paraíso, donde es recibido por Bolívar, Guaicaipuro, el guerrillero Ernesto Che Guevara o el fallecido presidente chileno Salvador Allende.
En la fila que aguarda para ver unos segundos la tumba hay venezolanos venidos de ciudades lejanas como Maracaibo, Puerto La Cruz o Cumaná pero también chinos, suizos, colombianos o españoles.
“Decidimos venir para ver la tumba de este hombre que hizo tanto por el pueblo, sobre todo por los más olvidados”, afirma Lesbia Torres, que viajó desde Riohacha, en el norte de Colombia.
“Nosotros vivimos y trabajamos en Caracas gracias a Chávez”, afirma una pareja china, que aguarda su turno junto a sus dos hijos.
Desde que recibió los restos mortales de Chávez, la rutina de este barrio humilde, tradicionalmente de izquierda y posteriormente chavista, ha cambiado y su aspecto también. Sus calles están más limpias y son más seguras, la presencia militar se ha multiplicado y las imágenes del fallecido presidente se cuentan por decenas.
En el barrio 23 de enero, en el que Chávez intentó dar un golpe de Estado en 1992 desde el cuartel donde está enterrado, en el que votaba en cada elección y en el que era recibido como un héroe cada vez que ponía un pie, es difícil encontrar un vecino que afirme abiertamente no apoyar “la revolución”.
En las elecciones presidenciales de octubre de 2012, Chávez consiguió en el 23 de enero un 63 por ciento de los votos y su adversario, Henrique Capriles, un 32 por ciento.
“No soy chavista. No lo digo muy alto porque esta gente no lo entendería”, explica Thomas Schmidt, suizo residente en Venezuela. “He venido porque este empeño de la gente en que Chávez no muera del todo es casi un objeto de estudio”, admite.
El discurso de Chávez es reproducido fielmente por quienes aguardan para visitar tu tumba y palabras como antiimperialismo, lucha contra la burguesía, independencia o socialismo se repiten en la larga espera.
“Chavecito para mí es todo. Nos dio independencia, nos devolvió lo que otros gobiernos nos habían quitado y nos hizo entender que todos tenemos los mismos derechos”, explica, emocionada, Marina Ferreira, española residente en Caracas.
A pocos metros, se organiza una misa al aire libre en homenaje al mandatario, como ocurre casi todos los días. Sin descanso, los altavoces transmiten canciones revolucionarias, algunas cantadas por el propio Chávez.
Desde la puerta de su casa, Armando Robles contempla impasible el ajetreo. Nacido en el 23 de enero hace 71 años, vive a pocos metros del cuartel más famoso de Venezuela y debe ser uno de los pocos vecinos que aún no se ha acercado hasta la tumba de Chávez.
“Yo prefiero recordarlo así”, dice, mostrando una manoseada foto del fallecido presidente, en la que aparece sonriente a la entrada de la casa de Robles, en una de sus visitas al “Cuartel de la montaña”
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