Probablemente, muchos hayan repasado menciones acerca de los
denominados "bitcoins". Pero, ¿de qué se trata esta alternativa
monetaria?
El BitCoin (ver http://bitcoin.org/en/) es una divisa digital e independiente -no emitida por gobierno alguno- que puede ser utilizada por usuarios para intercambiar bienes y servicios. Por lógica, la oscilaciones en la cotización de esta divisa no se encuentran sujetas al humor de los políticos de turno, ni de directores de banco central alguno. El BitCoin tampoco refleja los perjuicios de la emisión descontrolada de moneda, de retención o devaluación unilateral, fijada por cualquier administración estatal. Se caracteriza por generar las condiciones para un fácil intercambio y, en opinión de no pocos especialistas, representa una suerte de respaldo ante la problemática de la inflación en economías con tradición de desorden macroeconómico.
Esta divisa digital emergió en el año 2009, de la mano del ciudadano japonés Satoshi Nakamoto, presentándose como una alternativa innovadora ante las crisis económicas que suelen azotar, con rigor periódico, a la economía global -siempre surgidas, desde luego, de las prácticas irresponsables de los gobiernos. En tal sentido, Nakamoto orientó su idea hacia la creación de una moneda que pudiese operar sin control por parte de banco central alguno.
Al ser una moneda virtual o digital, el BitCoin no observa existencia física. Se trata de simples códigos y cada usuario posee dos: uno de ellos, con carácter público -para recibir dinero-, y el otro de carácter privado, empleado por cada individuo para efectuar pagos y compras.
Esta innovadora idea conduce a un nuevo paradigma, inelástico frente a las políticas de gobiernos y bancos centrales en lo que tiene que ver con la cantidad de moneda a liberar en un mercado determinado. Muchos recordarán los conceptos prefigurados por el economista Milton Friedman en su trabajo "Moneda y Desarrollo Económico", donde declaraba haber llegado a la conclusión de que, "la única manera de abstenerse de emplear la inflación como método impositivo es no tener Banco Central" y que "Una vez que se crea un Banco Central, se pone a punto la máquina para que empiece la inflación".
El BitCoin ha avanzado a pasos agigantados en los últimos meses: se computa que la cantidad de esta divisa acumulada en cuentas de usuarios asciende a mil millones de dólares estadounidenses. Acaso -refieren expertos- la situación de Chipre haya sido el gatillo para el crecimiento en la expansión en el uso del BitCoin, dados los desbarajustes exhibidos por la administración del gobierno chipriota en la gestión de su propia economía. Así las cosas, la discusión sobre los beneficios de contar con bancos centrales vuelve a convertirse en protagonista en numerosas conversaciones.
En los Estados Unidos de América, es la Reserva Federal -la Fed- el órgano que hace las veces de banco central. Fue creada en 1913 por el congreso norteamericano aún cuando, antes de su alumbramiento, la emisión de moneda se encontraba regida por el patrón oro. Sobra decir que, desde hace décadas, el rol de la Fed ha venido siendo puesto en tela de juicio, relacionándose muchas de sus políticas con las crisis que han tenido lugar.
En el caso de Argentina, es conocida la responsabilidad del Banco Central de la República en lo relacionado con mala praxis económica, en materia de funestos controles de cambio y en la ampliación exponencial del gasto público. Fallidos programas económicos -que solo terminaron conduciendo a la emisión espúrea- fueron decididas en el BCRA, en conjunto con autoridades políticas de turno. Otro ejemplo de consecuencias igualmente catastróficas fue, en su oportunidad, el de Zimbabwe, en donde las políticas excesivamente centralistas y dirigistas dieron lugar a virulentos procesos hiperinflacionarios.
Habida cuenta de los fracasos conocidos, la alternativa del BitCoin se presenta como una variante de interés, a criterio de salvaguardar el libre intercambio entre individuos en todo el globo, manteniéndose estable -a la vez- el valor de la moneda con la cual ese intercambio de bienes y servicios se lleva a cabo. No pocas preguntas complementarias surgen de este nuevo desafío: ¿habremos de continuar dependiendo de la confianza depositada en los políticos -"iluminados" que propugnaban tener las respuestas a todos los problemas-, o en las expectativas puestas en nosotros mismos que, en definitiva, somos los responsables de construir "mercado" a diario?
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