por Alex Nowrasteh
Alex Nowrasteh es analista de políticas de inmigración del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
Prestando atención al llamado que hiciera la administración Obama por una reforma migratoria,
un grupo bipartidista de ocho senadores presentó a fines de enero una
propuesta que ellos planean introducir como legislación. Sabiamente
incluyeron la legalización para los inmigrantes sin documentos presentes
en el país, pero su plan probablemente se quedará corto en lo que
concierne a un programa para trabajadores migrantes legales.
Mientras que la legalización es un buen paso, la falta de un programa
comprensivo para trabajadores temporales solamente perpetúa el problema
que muchos críticos de la inmigración citan como su
principal preocupación: la inmigración no autorizada. Aún cuando las
políticas de trabajadores temporales han funcionado en este país antes,
también es pura política, en lugar de sustancia, lo que detiene a las
autoridades de diseñar una ahora.
Los inmigrantes no autorizados que no son violentos ni criminales
ciertamente deberían ser legalizados. Vinieron en busca de seguridad
económica y muchos están en camino a obtenerla. Así que muchos de sus
hijos, los llamados “DREAMers” (debido al proyecto de Ley DREAM),
quienes fueron traídos a este país siendo niños, no conocen otra cosa
que EE.UU. y hablan solamente inglés. Son estadounidenses en todos los
aspectos que importan —excepto una ley que dice que no lo son. Es hora
de que la ley los acepte.
La mayor parte de los inmigrantes no autorizados vinieron de México,
Centroamérica y Asia, donde los beneficios de mudarse a nuestro país son
ingresos de dos a seis veces más altos que en sus países nativos. La
economía estadounidense, en problemas desde la crisis de 2008, redujo la
inmigración no autorizada, pero los mercados inmobiliario y laboral que
se están recuperando gradualmente están empezando a atraer a
inmigrantes nuevamente.
Por eso es que un programa de trabajadores temporales
se necesita: para acomodar los flujos futuros de inmigrantes. Después de
décadas de una inmigración no autorizada motivada por la ganancia
económica, es una fantasía esperar que se detenga luego de legalizar a
aquellos inmigrantes no autorizados que ya están aquí. No olvidemos que
el presidente Ronald Reagan intentó la amnistía
en 1986 —que fracasó porque legalizó a los trabajadores presentes en el
país en ese momento pero no ofreció un camino viable para que los
trabajadores puedan venir en el futuro.
Lo que necesitamos es un camino legal para que los inmigrantes de baja
calificación puedan entrar a EE.UU. —y un programa de visas para
trabajadores temporales es la vía más fácil.
Considerando esto, ¿por qué la reciente propuesta de reforma migratoria no incluye un programa comprensivo de visas para trabajadores temporales?
Sorprendentemente, el asunto principal no es la oposición por parte de
los republicanos conservadores, son los sindicatos y sus partidarios
quienes no lo desean.
En el esfuerzo para realizar una reforma migratoria en 2007, una
enmienda que hubiese acabado con el programa de trabajadores temporales
después de cinco años destruyó el respaldo de los republicanos.
Los entonces líderes de la AFL-CIO, del Sindicato Internacional de
Trabajadores de Norteamérica, de la Unión Internacional de United Food
and Commercial Workers, de la Hermandad Internacional de Caldereros,
Constructores de Barcos de Hierro, Herreros y del sindicato de los
camioneros (Teamsters) todos escribieron cartas oponiéndose a los
trabajadores temporales y respaldando la enmienda.
El presidente de los Teamsters, James P. Hoffa,
escribió que se oponía a un programa de trabajadores temporales porque
este “[obligaría] a los empleados a trabajar con un estatus
verdaderamente temporal con un alto riesgo de ser explotados y abusados
por quienes buscan una mano de obra barata”.
Por lo menos ahora los sindicatos respaldan las restricciones a la inmigración por razones distintas a las de antes. Samuel Gompers, el fundador de la AFL, nunca vio una ley anti-inmigración que le desagradara. Él respaldó la Ley de Exclusión de Chinos
y las leyes de cuota de la década de 1920, prácticamente basadas en la
raza, que drásticamente redujeron la inmigración de cualquier parte
menos del Norte y del Oeste de Europa.
El razonamiento de Gompers era sencillo. Pensaba que los sindicatos
solamente pueden organizarse cuando hay una oferta limitada de
trabajadores, especialmente de trabajadores inmigrantes. Este
razonamiento incluso fue esgrimido por personas como César Chávez, cuyos
esfuerzos organizadores involucraron llamar al Servicio de Inmigración y
Naturalización para reportar a trabajadores mexicanos no autorizados o
formar una “línea mojada” (esas fueron sus palabras) a lo largo de la
frontera mexicana.
Ahora los sindicatos dicen que se oponen al programa de visas temporales
para proteger a estos trabajadores del abuso. Pero los trabajadores no
autorizados van a venir de todas formas, así que prevenir un programa de
trabajadores temporales solo puede ubicarlos en el mercado negro —donde
el abuso de los empleadores, respaldado con la amenaza de deportación,
es mucho peor.
Si los sindicatos de verdad están preocupados acerca del abuso de los
trabajadores temporales, la solución es hacer que la visa sea portable y
no esté atada a un empleador. Una visa de trabajador temporal durante
la Primera Guerra Mundial le permitía a los trabajadores temporales
renunciar a sus trabajos y ser contratados por empleadores aprobados.
Los trabajadores temporales simplemente tenían que informarle al
gobierno acerca de su nuevo empleador después de ser contratados —no
buscar el permiso antes de cambiarse de trabajo.
La mejor protección laboral es la habilidad de un trabajador de
renunciar a un trabajo sin una sanción legal. Si el gobierno pudo crear
dicho programa de visas para trabajadores temporales hace 100 años, no
hay razón por la cual este no podría ser revivido hoy.
Siempre y cuando haya oportunidades económicas aquí, los inmigrantes
—legales o no— vendrán. Una ley de inmigración que no cree una vía para
que inmigrantes legales ingresen al país no es una verdadera reforma.
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