por Víctor Pavón
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
En la historia del Paraguay y de Latinoamérica quedará como un hecho relevante que el proyecto bolivariano del socialismo siglo XXI que
se intentó por todos los medios imponer en este país desde Caracas
mediante el entonces presidente Lugo y sus seguidores, fue rechazado
apelando a los instrumentos de la Constitución en dos ocasiones y en
menos de un año. Terrible y desgraciado hubiera sido que prosperara en
el país el populismo que impone el ideario colectivista que solo trae
consigo el resentimiento como conducta personal y la violencia como modo
de vivir en la sociedad.
El pueblo paraguayo le ha dado en sus recientes elecciones nacionales un
categórico respaldo a los dos partidos tradicionales, el Colorado y el
Liberal. La participación ciudadana y los resultados de la reciente
compulsa electoral así lo prueban. En unas elecciones considerada por
los veedores internacionales como de "alta calidad cívica", Horacio
Cartes del partido Colorado ha sido electo como presidente de la
República, seguido de cerca por el candidato oficialista, Efraín Alegre.
La composición del Congreso confirma el saludable y fuerte
bipartidismo en el Paraguay, con el Partido Colorado al frente, luego el
Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y con una tercera fuerza, del
10 por ciento del electorado, identificado con una izquierda de varias
aristas, entre las que se encuentra el "Frente Guazú", liderado por el
destituido presidente Fernando Lugo.
Apenas un año atrás, el bipartidismo emitía su primera señal positiva.
Colorados y liberales impulsaron el juicio político al entonces
presidente Lugo que provocó sanciones ilegales e injustas contra el
país, como la suspensión del Mercosur que, por cierto,
es un tema delicado y pendiente para los países miembros del bloque, más
aún cuando aquella suspensión significó el espurio ingresó de
Venezuela, violando la misma letra del Tratado del Mercosur.
No obstante, hay una lectura imposible de desmeritar, puesto que
ahora en estas elecciones nacionales que dio el incontrastable resultado
de 8 electores de cada 10 hacia los partidos que finalmente
destituyeron al anterior gobierno, se ha ratificado en las urnas aquella
decisión constitucional de destitución presidencial. El mundo ahora
sabe probadamente que nuestro pueblo considera injustos todos los
castigos adoptados contra el Paraguay.
Y el rechazo a este modelo opresivo no se hizo con las armas, ni con
la más mínima violencia. Se realizó apelando a los instrumentos de
nuestra ley fundamental, ahora avalado con el voto en las urnas.
Fernando Lugo y sus seguidores eran apadrinados del chavismo y su
destitución en un proceso que concitó prácticamente la unanimidad de los
diputados y senadores, significó abortar la instauración de lo que se
denomina el socialismo del siglo XXI.
Estos dos hechos positivos, sin embargo, no debería ser un motivo para
que colorados y liberales se sigan aferrando a las prácticas políticas
en la que han caído. También colorados y liberales tienen que saber que
el poder no consiste en servirse del Estado para repartir privilegios y
prebendas. Estos dos partidos tradicionales deben hacer una auto crítica
de sus respectivas gestiones en ocasión de dirigir al gobierno de la
nación.
Deberán retrotraer nuevamente sus miradas, sin aferrarse al pasado,
hacia sus respectivas raíces, allá en el lejano año de 1887, época en
que se iniciaba la lucha por el poder en el Paraguay con estas dos
identidades políticas.
El Centro Democrático, que años más tarde pasó a llamarse Partido
Liberal, y la Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado,
nacieron bajo la consigna del liberalismo como corriente universal de
pensamiento cuyo objetivo es hacer del gobierno limitado a funciones
constitucionales, garante de la libertad y de la propiedad privada,
donde gobernar es administrar con honestidad y eficiencia.
Ciertamente estos dos partidos no siempre se mostraron coherentes con
sus idearios. También fueron inficionados en su momento del socialismo
en boga por aquellos primeros años del siglo XX. En la década del 40,
ocasión del auge colectivista en Europa, se acercaron demasiado a
posturas fascistas y nacionalistas que, finalmente, los fueron
debilitando.
El bipartidismo por historia y por resultado electoral está instalado
en el país. Pero este bipartidismo —liberal y colorado— no podrá
retribuir a la sociedad lo que sus principios enmarcados en sus actas
fundacionales exigen si no se da una genuina disputa por hacer realidad
el buen gobierno, donde uno de ellos sea parte del mismo y el otro lo
controle tratando de impedir sus extra limitaciones, en la que los
dirigentes expresen ideas, propuestas y paguen caro por defraudar a sus
electorados.
El bipartidismo impidió el avance en el país del populismo continental
mediante el uso del juicio político y los resultados de estas últimas
elecciones nacionales ratificaron aquella decisión constitucional. Pero
el siglo XXI corre demasiado rápido. El mundo cambia a cada instante.
Hoy el Paraguay necesita de instituciones sólidas para hacer estallar
la prosperidad. El bi-partidismo no puede sustraerse de esta necesidad,
caso contrario, decididamente verá afectada su trascendencia en la vida
nacional; como en efecto ya ocurrió con el liberalismo en estas últimas
elecciones. Por de pronto, las recientes elecciones nacionales han
ratificado la voluntad del pueblo paraguayo de rechazar en las urnas al
socialismo del siglo XXI. ¡Salud Paraguay!
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