Desde hace un tiempo están despachando algunos de sus mejores agentes para que vivan y trabajen adentro de Estados Unidos, reforzando su presencia
AP
Si no se los frena, dicen las autoridades, la penetración de los cárteles a territorio estadunidense podría hacer que resulte más difícil todavía combatirlos y podría allanar también el camino para otras actividades delictivas, como la prostitución, los secuestros extorsivos y el lavado de dinero.
La actividad de los cárteles en Estados Unidos desde ya que no es nueva. A partir de la década de 1990 las sanguinarias bandas han sido el principal abastecedor de drogas ilegales, usando intermediarios para contrabandear cocaína, marihuana y heroína e incluso para cultivar marihuana aquí mismo.
Pero una amplia revisión de casos ante los tribunales y de información de dependencias del gobierno, y entrevistas con altos funcionarios de organismos de seguridad indican que los cárteles han comenzado a emplazar agentes de confianza en por lo menos nueve estados no fronterizos, incluso en suburbios de clase media en estados del centro-occidente, el sur y el noreste.
"Se trata probablemente de la amenaza del crimen organizado más seria jamás enfrentada por Estados Unidos", expresó Jack Riley, director de la oficina de Chicago de la agencia de lucha contra el tráfico de drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
La amenaza es tan grande que uno de los capos más prominentes de México --un hombre que jamás puso un pie en Chicago-- fue nombrado recientemente como el enemigo público número uno de esa ciudad, dudoso honor que alguna vez tuvo Al Capone.
La Comisión del Crimen de Chicago, una agencia no gubernamental que observa las tendencias de los delincuentes en la región, dijo que considera a Joaquín "El Chapo" Guzmán una amenaza más grande que Capone porque lidera el cártel de Sinaloa, que suministra la mayor parte de los narcóticos que se venden en Chicago y en muchas ciudades de Estados Unidos.
Años atrás México enfrentó el mismo problema --cárteles nuevos que tratan de expandir su poder-- "y no le puso freno de entrada", comentó Jack Killorin, director del programa anti-tráfico de la Oficina Nacional para una Política de Control de Drogas en Atlanta. "Y miren donde están ahora".
"La gente dice, 'la frontera está lejos, ese no es nuestro problema'. Pero Resulta que sí lo es. En la actualidad, operan en Chicago como si estuviesen en la frontera", sostuvo Riley.
Los estados de la frontera, desde Texas hasta California, lidian desde hace tiempo con la presencia de los cárteles. En los últimos tiempos, no obstante, ha habido episodios que involucran a miembros de los carteles en suburbios de Chicago y de Atlanta, así como en Columbus, Ohio, Louisville, Kentucky, y en zonas rurales de Carolina del Norte. También ha habido sospechosos en Indiana, Michigan, Minnesota y Pensilvania.
Los cárteles "se están apoderando de nuestros barrios", dijo la procuradora general de Pensilvania Kathleen Kane ante una comisión legislativa en febrero. El jefe de la policía estatal Frank Noonan, no obstante, lo desmintió y afirmó que los carteles abastecen las drogas, pero no son los que las venden en el terreno.
Por años, los carteles prefirieron hacer negocios en México con traficantes de Estados Unidos, que se ocupaban del transporte y la distribución en las ciudades grandes, indicó Art Bilek, ex investigador del crimen organizado que ahora es vicepresidente ejecutivo de la comisión del crimen.
A medida que las organizaciones se hicieron más sofisticadas, los carteles comenzaron a tramar formas de quedarse con un porcentaje mayor de las ganancias. Decidieron hacer a un lado los intermediarios y tener un control más directo de la distribución y venta, relató.
Hace dos o tres años, las autoridades notaron que los cárteles estaban colocando "gente en el terreno aquí", dijo Bilek. "Chicago se convirtió en un mercado enorme y para ellos era vital tener un control firme".
Para combatir los carteles, Chicago inauguró hace poco una oficina en un lugar secreto donde 70 agentes federales trabajan con la policía y los fiscales. Se concentran en los contactos entre los agentes de los carteles que operan en los suburbios y las pandillas callejeras que venden la droga en la ciudad. A ese nivel es que estas bandas son más vulnerables, cuando se encuentran físicamente o usan teléfonos celulares que pueden ser interferidos.
Hay quienes no están muy convencidos de que los cárteles estén expandiendo su presencia y dicen que las fuerzas de seguridad tienden a exagerar las amenazas para que les den más dinero para sus operaciones.
Davis Shirk, del Instituto Trans-Border de la Universidad de Chicago, dijo que no hay mucha información de inteligencia que indique que los cárteles están enviando gran cantidad de gente a Estados Unidos.
"Sabemos muy poco de la estructura y la dinámica de los carteles al norte de la frontera", dijo Shirk. "Tenemos que ser cuidadosos con las cosas que damos por sentadas".
Estadísticas de la DEA revelan una creciente presencia de los cárteles en las ciudades de Estados Unidos. En el 2008 unas 230 comunidades reportaron alguna presencia de los cárteles. Esa cifra subió a mil 200 en el 2011, el año más reciente para el cual hay estadísticas. Parte de ese aumento, no obstante, puede ser consecuencia de que ahora se denuncian más estas cosas.
Decenas de agentes federales y de policías locales entrevistados dijeron que identificaron a miembros o colaboradores de los cárteles mediante intercepciones de conversaciones, delaciones de informantes o confesiones. Cientos de documentos de los tribunales revisados parecen avalar esa tesis.
"Esta es la primera vez que lo vemos: Carteles que envían a su gente aquí", dijo Richard Pearson, teniente del Departamento de Policía Metropolitana de Luisville, que arrestó a cuatro supuestos agentes del cártel de los Zetas en noviembre en el suburbio de Okolona.
Los residentes de una calle arbolada donde las autoridades confiscaron unos mil 100 kilos (más de dos mil 400 libras) de marihuana y más de un millón de dólares en efectivo no podían creer que sus vecinos tan agradables hubiesen sido acusados de trabajar para uno de los cárteles más violentos de México, señaló Pearson.
Uno de los casos mejor documentados es el de José González Zavala, quien fue enviado a Estados Unidos por el cártel de La Familia, de acuerdo con documentos legales.
En el 2008, este chofer de taxi, padre de cinco hijos, se mudó a una espaciosa casa en el 1416 de Brookfield Drive, en el barrio de clase media Joliet, al sudoeste de Chicago. Desde allí, indican los documentos, supervisó el envío de cargamentos de cocaína a Illinois, Wisconsin e Indiana.
Transcripciones de conversaciones interceptadas muestran que llamaba a un capo no identificado de un cártel de México casi todos los días, mostrando la deferencia que un ejecutivo de nivel intermedio expresa hacia un superior en la escala corporativa. Una vez trastabilló al explicar que un cliente no pagaría su deuda hasta volver de un viaje.
"No", le dijo el jefe. "Tiene que pagar".
El mismo cartel despachó a Jorge Guadalupe Ayala para que custodiase una casa-depósito de Chicago por 300 dólares a la semana, más un pago de 35.000 dólares cuando regresase a México luego de una estadía de uno o dos años, de acuerdo con los documentos.
Ayala trajo a su esposa y su hijo para que le diesen a la casa un aspecto ordinario de vida familiar. Pero fue arrestado antes de que pudiese volver a su país y se declaró culpable de varios cargos de narcotráfico. Será sentenciado más adelante este año.
Socorro Hernández Rodríguez fue convicta en el 2011 por dirigir una gran operación de venta de drogas en el condado de Gwinnett, en las afueras de Atlanta. La fiscalía dijo que Hernández y sus socios eran figuras de relieve de La Familia, algo que la defensa niega.
A fines de febrero, en las afueras de Columbus, Ohio, las autoridades detuvieron a Isaac Eli Pérez Neri, de 34 años, quien le habría dicho a los investigadores que se encargaba de cobrar deudas con el cártel de Sinaloa.
Un abogado de Atlanta que representó a supuestos miembros del cártel dice que las autoridades a veces exageran las amenazas que esta gente representa.
"A menudo hay chicos que salen de México por primera vez y duermen en colchones tirados en el piso en casas del narcotráfico, que juegan Game Boy, comen hamburguesas y simplemente están pendientes del dinero que entra y sale", dijo Bruce Harvey. "Un día los arrestan y reciben sentencias enormes. Es algo triste".
Esta es la razón precisamente por la que los cárteles prefieren enviar su propia gente: No es fácil confiar en desconocidos en este mundo despiadado. Además, está el factor miedo. Los cárteles pueden controlar mejor a sus agentes que a los intermediarios, a menudo con amenazas de torturar o matar a sus seres queridos en México.
Danny Porter, jefe de fiscales en el condado de Gwinnett, en Georgia, dice que ha tratado de convencer a decenas de personas que se sospecha pertenecen a los carteles de que cooperen con las autoridades. Algunos se le ríen en la cara.
"Te dicen, 'le tenemos más miedo a ellos (los cárteles) que a ustedes. Si hablamos, tirarán a nuestras familias en ácido hirviente''', expresó Porter. "Sus familias son básicamente rehenes".
La seguridad de su familia fue lo que impulsó a González Zavala a que desistiese de cooperar con las autoridades a cambio de que le redujesen su sentencia a 40 años de prisión.
Hay casos en los que los carteles enviaron a sus propios familiares a Estados Unidos.
"A veces están casados o están emparentados con alguien del cartel", destacó Porter. "No contratan a cualquiera".
Son tan meticulosos que hacen que los candidatos llenen un formulario antes de ser despachados a Estados Unidos, acotó Ripley.
En México los cárteles son famosos por la cantidad de gente que matan. Más de 50 mil personas, según una cuenta. Las decapitaciones son comunes.
Pero hasta ahora los carteles no parecen ser responsables directos de demasiados asesinatos en Estados Unidos, aunque el Departamento de Seguridad Pública de Texas reportó 22 asesinatos y cinco secuestros atribuidos a agentes de los carteles entre el 2010 y mediados del 2011.
La policía, de todos modos, teme que una creciente actividad de los cárteles pueda generar mayor violencia.
En Chicago, el jefe policial que supervisa las investigaciones del tráfico de drogas, James O'Grady, dijo que las disputas entre narcomenudistas son la razón del aumento en la cantidad de asesinatos que hubo en la ciudad el año pasado, donde se registraron más de 500 por primera vez desde el 2008. Los cárteles no son los que disponen las guerras territoriales, pero son los que abastecen las drogas.
Riley va más allá: Sostiene que los carteles deben ser vistos como la causa subyacente de la alta tasa de asesinatos que hay en Chicago.
"Son los titiriteros", afirmó. "Tal vez el que dispara no lo sabe y la víctima tampoco. Pero si observas paso a paso la dinámica, los cárteles son los responsables en última instancia".
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