por Mary Anastasia O'Grady
Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
Es difícil creer que ya ha pasado un año desde que el papa Benedicto XVI visitó Cuba y se reunió con los hermanos Castro. Tempus fugit. A menos de que usted sea Sonia Garro,
una disidente que ha permanecido en una cárcel cubana desde entonces.
Para ella, el tiempo pasa dolorosamente muy lento. La hermana de Garro,
Yamilet, le dijo recientemente al periódico independiente en línea, Diario de Cuba, que Sonia "siente que se han olvidado de ella".
Así es exactamente cómo lo que quieren sus carceleros.
Garro es una madre de 37 años y miembro de un grupo de mujeres que apoya a las Damas de Blanco.
Ambos grupos trabajan por la liberación de prisioneros políticos. Garro
acaba de pasar su segunda Semana Santa encerrada a pesar de que no ha
sido acusada de ningún delito. Ahora se encuentra detenida en la infame
cárcel Manto Negro.
Su esposo, Ramón Alejandro Muñoz, quien intentó defenderla, fue
arrestado al mismo tiempo y tampoco ha sido acusado formalmente de
ningún delito. Muñoz se encuentra detenido en la cárcel de máxima
seguridad Combinado del Este en La Habana. Ambas prisiones son calabozos
deteriorados e infestados de ratas en los que está prohibida la entrada
de observadores de la Cruz Roja o de investigadores especiales sobre
tortura de las Naciones Unidas. Los agentes del gobierno dicen que aún
están estudiando sus casos. La hija de 16 años de la pareja está bajo el
cuidado de su tía.
Bienvenidos al mundo surrealista de la "reforma" cubana, en donde
entre más habla el régimen sobre cambio, más empeoran las cosas para
cualquier persona con conciencia. En el último episodio, los
propagandistas cubanos han alardeado de la nueva política de viajes que
ha permitido a algunos críticos del gobierno conocidos salir del país.
Pero un grupo más grande se ha quedado atrás. El trato inhumano que
recibe, que rara vez recibe atención de los medios, subraya lo poco que
se ha avanzado.
Garro y Muñoz fueron aprehendidos en su hogar el 18 de marzo de 2012,
una semana antes de que Benedicto llegara a la isla para una visita de
tres días. A las Damas de Blanco y el grupo de Garro se les había negado
una audiencia con el Papa pero seguían moviéndose para verlo con la
esperanza de que el Vaticano cediera. Repentinamente, guardias armados
del ministerio del Interior descendieron sobre el hogar de la pareja.
El periodista Iván García entrevistó a una vecina que estuvo presente durante la redada para un reportaje publicado en Diario de Cuba
el 19 de marzo. Los guardias "eran tipos vestidos como las fuerzas
antimotines de las películas americanas. Usaron balas de gomas.
Empleando una violencia exagerada, detuvieron a Sonia y a su esposo
Ramón. Se llevaron casi todas sus pertenencias. Aquello fue tremendo.
Los trataron como si fuesen terroristas". En una carta escrita desde la
prisión en febrero, Muñoz señaló que 60 hombres armados invadieron su
casa ese día y una de las balas de goma hirió a su esposa en la pierna
izquierda.
Garro es una mujer pobre, negra, generosa de espíritu e inconforme,
en resumen, todo lo que el régimen detesta y teme. Nacida en 1975, 17
años después de que Fidel Castro tomara el poder, ha vivido el racismo y
el empobrecimiento de la gloriosa revolución. García reportó que Garro
le contó en 2009 que creció "en un barrio marginal y violento" pero
pensaba que si estudiaba y trabajaba duro podría cambiar su suerte.
La revolución tenía otras ideas. Un ejemplo: estudió para ser técnica
de laboratorio y obtuvo los máximos honores. Por eso en su graduación,
su diploma iba a ser presentado en persona por el ministro de Salud
Pública. Justo antes de la ceremonia, un funcionario le dijo que otra
persona recibiría el título por ella ya que su piel oscura arruinaría la
foto. Garro le dijo a García que nunca recogió su diploma.
Más adelante fue despedida de su trabajo por la oposición de su
esposo a Fidel Castro. Fue entonces que aprendió a coser y empezó a
trabajar desde su hogar para ganarse la vida. Se dio cuenta de los niños
en las calles de su vecindario. Menores de 13 y 14 años trabajaban de
prostitutas y otros niños terminaban heridos porque no tenían
supervisión. En 2007, Garro abrió un centro comunitario para ellos.
"La primera regla fue no hablar de política", Garro le dijo a García.
Motivaba a los niños a dibujar, coser y estudiar música. El centro tuvo
tanto éxito —con donativos de organizaciones internacionales— que abrió
una sucursal en otro vecindario. "La respuesta del Gobierno a mi labor
social fueron tres actos de repudio y un par de golpizas", le dijo Garro
a García. El tormento finalmente la obligó a clausurar los centros
comunitarios.
Por su determinación de tratar de cambiar a Cuba para bien, Garro ha
pagado un precio alto. Durante una detención de siete horas por las
fuerzas de seguridad del Estado en 2010 terminó con la nariz fracturada.
Los disidentes cubanos conocen bien su historia, la cual tiene la
intención de ser una advertencia para ellos. El hecho que quizás usted
nunca haya escuchado hablar de Sonia Garro, detenida por atreverse a
hablar sobre derechos humanos antes de la visita del papa Benedicto, es
un testamento del poder de los propagandistas del régimen y la debilidad
del periodismo estadounidense.
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