por Manuel Hinds
Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
Entre 1993 y 2002 hubo una caída de los precios de los productos
primarios, que son los que tienen poco valor agregado y que representan
la mayor parte de las exportaciones de América Latina (con algunas
excepciones, como México y El Salvador, que exportan más productos
industriales que primarios). Esto causó una caída en el crecimiento de
la región. Como es muy común, la gente atribuyó la caída a lo primero
que se les ocurrió. Esto fue que el mercado libre había fracasado en América Latina.
Esa idea se puso de moda, impulsando a los nuevos líderes del Socialismo del Siglo XXI
a proponer una serie de ideas vagas basadas en una mayor intervención
estatal en la economía. Así subieron al poder Lula en Brasil, Chávez en
Venezuela, los Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Correa en
Ecuador y Ortega en Nicaragua. Estos gobiernos comenzaron a dar subsidios
a diestro y siniestro erogando enormes cantidades en gastos corrientes y
descuidando las inversiones en infraestructura, que son indispensables
para crecer.
Entonces sucedió una cosa extraordinaria, producto de la pura suerte:
EE.UU. comenzó a consumir más de lo que producía, con lo que sus
importaciones subieron enormemente, con lo que China y otros países
comenzaron a aumentar sus exportaciones de bienes industriales a EE.UU.,
con lo que sus importaciones de productos primarios para convertirlos
en bienes industriales subieron rápidamente.
En el proceso, los precios de todos los productos primarios entraron
en un gran boom, creciendo a tasas extraordinarias. Como todos los
países del Socialismo del Siglo XXI son principalmente exportadores de
productos primarios, sus exportaciones crecieron muy rápidamente,
causando booms en las economías domésticas de esos países. Era pura
casualidad, pero los nuevos gobiernos se echaron la gloria de las tasas
más altas de crecimiento, como si eran el resultado de sus propias
políticas. Decir que Brasil y otros exportadores de productos primarios
iban a ser los motores de la economía mundial se puso de gran moda.
Hubimos muchos que repetimos hasta la saciedad que no había nada
nuevo en el alto crecimiento de estos países. A través de la historia
han crecido cuando los precios de los productos primarios han subido, y
se han contraído cuando estos precios han bajado. Pero la moda es la
moda y la evidencia de que está equivocada no la cambia.
Ahora EE.UU. ha bajado el ritmo al que gasta más de lo que produce y
los precios de los productos primarios han comenzado a bajar. Con ellos,
la tasa de crecimiento de los países que los exportan han comenzado a
bajar también. Argentina tiene una escasez de dólares
tan grave que tiene hasta perros en las aduanas para que olfateen
dólares que la gente pueda estar sacando del país. Venezuela está en franca crisis económica. Brasil, que iba a ser el motor de la economía mundial, casi no creció en 2012 y este año no va a crecer tampoco.
Ahora el objeto de admiración es México, que antes
fue despreciado porque mantuvo políticas prudentes mientras los demás se
desbocaban pero que, por tener una economía más moderna (exporta
principalmente bienes industriales) creció menos durante el boom.
Todavía está de moda decir que la democracia y el mercado libre no
funcionan en América Latina. Pero ya mucha gente está descubriendo lo
obvio: que menos funcionan las políticas económicas de Lula, Chávez y
los Kirchner. En la prensa internacional ya hay muchos que ya volvieron a
descubrir que el crecimiento de estos países era pura suerte. Como en
un reciente artículo del Financial Times, ya están refiriéndose
a las políticas de financiamiento y subsidios gubernamentales como "los
excesos de Lula". Estos excesos, cometidos en todos los países que se
alinearon a la filosofía del gasto desaforado, ya se están convirtiendo
en serios problemas económicos y políticos. Llegó el tiempo de pagar los
platos rotos en la francachela de los últimos años.
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