25 mayo, 2013

Estrategia nacional de desarrollo

Julio Faesler

Estrategia nacional de desarrollo
A pocos días de haber recibido al Presidente de Estados Unidos en visita de trabajo, nos disponemos a dar la bienvenida, en visita de Estado, al Presidente de la República Popular de China.
Las dos visitas, la de Barack Obama y la de Xi Jinping simbolizan opciones que la globalización plantea a nuestro país. Podemos seguir ahondando el esquema del TLCAN o bien iniciar la exploración de horizontes que se abren con la pujante China, cuya presencia sentimos en todos los niveles de nuestro mercado interno.

Independientemente de las coyunturas por las que atraviesa nuestra relación con nuestro vecino del norte, no caben dudas de que nuestra vinculación con él es permanente.
Siendo distinta nuestra perspectiva hacia China, cuyos productos penetran en todo nuestro mercado interno, el  empuje de sus inversiones buscando insumos en todo el mundo para alimentar su expansión nos irá siendo familiar, expresándose en oportunidades tan trascendentales para nosotros como las que vienen de Estados Unidos. 
Con su privilegiada ubicación, factor logístico crucial para la globalización, la baraja de posibilidades para México es muy amplia. La todavía naciente administración de Enrique Peña Nieto hereda una nutrida lista de relaciones económicas internacionales lanzadas desde hace bastantes años, empezando por el TLCAN, el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea y el Tratado con los cinco países centroamericanos.
A los tratados ya firmados se añaden los preparativos para consolidar, bajo el TPP propuesto por Estados Unidos, un mercado común en el Pacífico o los sondeos chinos para formar su propia integración regional que inevitablemente tomará en cuenta a América Latina, donde  México apoya la Alianza del Pacífico, nacida en 2011, que nos une con Perú, Chile y Colombia, o la modernización de los  acuerdos preferenciales suscritos con Centroamérica.
Se nos presenta un gran canasto de acuerdos bilaterales y regionales, cada uno con sus propios sistemas de exenciones y preferencias, reglas que se convierten en un surtido rico de intereses nacionales contrapuestos. Aun los que nos son ajenos afectan de alguna manera nuestro desarrollo nacional y sus estrategias.
Los tratados económicos que hemos firmado no han estimulado nuestras exportaciones como las importaciones. Para corregir este desperdicio de nuestro potencial productivo los tratados no sólo han de facilitar la conveniencia del consumidor, sino que deben promover producción exportable y el empleo. Es el productor el que genera las divisas que el país necesita y hay que encontrar un equilibrio sensato.
Los tratados internacionales no sólo establecen reducciones o eliminaciones de aranceles. Todos pactan reservas para defender actividades sensitivas o críticas. Al no existir perfecta igualdad de capacidad competitiva entre los productos, la plena libertad de comercio resulta una entelequia. Los programas de exención en los tratados no pueden ser parejos para todos los productos contemplados. En la Alianza del Pacífico, por ejemplo, 10% de los productos se reserva a una reducción arancelaria gradual.
Al interior de cada país también tienen que atenderse, por las mismas razones, sectores creadores de empleo o de especial interés social. Por eso es válido establecer tarifas de importación, precios referenciales o régimen especial de compras de gobierno o apoyos específicos. México usa y acepta estas protecciones para productos mexicanos en los tratados que suscribe, pero paradójicamente las rechaza para  sí.
Al participar los organismos cúpula de nuestra iniciativa privada al lado de las secretarías de Estado y organismos públicos correspondientes, consensuando el diseño y ejecución de los acuerdos internacionales, deben asegurarse, al regresar a casa, que se apliquen los mismos principios preferencias y protecciones a favor de los productos nacionales cuando se trata de nuestro mercado propio. 

No hay comentarios.: