23 mayo, 2013

LA PARADOJA PANISTA



La paradoja panista



El PAN, el partido más antiguo del país, se encuentra en la paradoja de una identidad que luce perdida, tras ser manoseada y definida en función de intereses particulares en contextos específicos. 

Partido doctrinario de ideología clara, se fue desdibujando ante el empuje de los llamados bárbaros del norte, que de la mano del aguerrido Manuel Clouthier, el ex dirigente patronal y candidato presidencial en 1988, fue ganando terreno con un discurso alejado de la retórica sibilina de las 14 familias que lo controlaban, y un empuje temerario que concluyó cuando Vicente Fox obtuvo la candidatura presidencial.

Aunque Fox acabó con 70 años de reinado del PRI, no pasó mucho tiempo para que decepcionara y entrara en nueva crisis.

Al desgaste que significaba administrar el poder, aceleró la erosión el vacío ideológico que caracterizaba a los bárbaros del norte


El pragmatismo que los envolvía trazó la ruta de Clouthier, el arquetipo de un político antiestablecimiento, a Fox, quien en su pugna contra el presidente Felipe Calderón, apoyó decididamente a Enrique Peña Nieto desde la campaña presidencial. 


Hijo de esa corriente es Francisco Barrio, ex gobernador de Chihuahua, cuyo pupilo Gustavo Madero, líder del PAN, se encuentra hoy en el centro de una polémica con el cesado coordinador de los senadores Ernesto Cordero, delfín de Calderón, que es miembro de una de las familias que usufructuaban el partido.
 
Por la relación que mantiene con el gobierno de Peña Nieto y su participación en el Pacto por México, Cordero lo acusa de querer convertir al PAN en un partido satélite a costa de sacrificar a quienes como él -y los calderonistas-, son una oposición crítica. 


Madero afirma que su respaldo al gobierno es porque las reformas del Pacto benefician a los mexicanos. Ninguno ha reducido el conflicto a un choque entre maderistas y calderonistas, pero Cordero, quien más luces ha dado al fondo del conflicto, sostiene que al final se enfrentan dos visiones de partido. 


Lo paradójico es que ambas partes, en su tiempo y espacio, jugaron los roles invertidos y se acusaron mutuamente de lo mismo, acomodarse con el PRI.
 
Clouthier era intransigente con los priistas, pero su muerte en 1989 eliminó un punto de fricción con la dirigencia del PAN en aquel momento, que se movía bajo la orientación de Carlos Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos, quienes inauguraron con el entonces presidente Carlos Salinas, la era de las concertacesiones, donde accedió el PAN a gubernaturas por primera vez en su historia. 


Castillo Peraza fue el mentor de Calderón, uno de los encubiertos críticos de Madero. El hartazgo del PRI y la cohabitación de la dirigencia panista permitieron a los bárbaros del norte el asalto al poder en los 80 y 90. 


El neopanismo se instaló en Los Pinos, pero no pudo mantener el poder más de seis años. Calderón se quedó con la candidatura y llevó al viejo PAN a la Presidencia.
 
Los papeles se empezaron a invertir en el epílogo del gobierno de Calderón, y durante la novel Presidencia de Peña Nieto se transmutaron por completo. 


Hoy, duros en el pasado como el senador Javier Corral, se han vuelto piezas funcionales al peñismo, como lo fueron con el salinismo Castillo Peraza y Fernández de Cevallos, mientras que colaboracionistas en el pasado, como el senador Javier Lozano, son dogmáticos de oposición en la relación con el gobierno priista, como lo fue Clouthier.
 
Todo este pasado zigzagueante desnuda al PAN, que muestra en la línea de tiempo un oportunismo, que en ocasiones raya de hipócrita. 


Cambiar de bando y estrategia en función de sus intereses coyunturales lo tiene en un terreno nada digno ni honroso. No lo ven así los panistas, inmersos en su crisis. Pero si lograran verlo a distancia, advertirían una gran oportunidad para crecer. 


Quizás, hasta para convertirse en un partido político verdadero que sepa ser oposición congruente y útil, y que cuando esté en el gobierno sepa ser gobierno. 


Esto no se ve en el horizonte, y menos aún si la forma de litigar sus conflictos internos sea en la arena de los medios, donde la división cada vez será más ancha.

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