08 mayo, 2013

Madruguete para el 2018



Madruguete para el 2018
Pablo Hiriart

La ratificación del Pacto por México es una buena noticia para el país y una mala noticia para el PRI: los acuerdos lo ponen a un palmo de perder el poder en la siguiente elección presidencial.

Ayer comenzó a jugarse la lejana sucesión de 2018.

PRI, PAN y PRD acordaron que el Pacto siga funcionando, a cambio de que se adelante la reforma político-electoral, para antes del segundo periodo ordinario de sesiones del Congreso en este año.


Es decir, habrá un periodo extraordinario de sesiones en el Congreso, antes de septiembre, para votar una reforma electoral, previa a las reformas hacendaria y energética.


Y la reforma electoral que PAN y PRD tienen en mente incluye, como joya de la corona, la segunda vuelta en la elección presidencial.


Así es que las reformas hacendaria y energética llegarán tan lejos como lejos llegue la reforma político-electoral.


El PRI pactó lo que probablemente sea su salida de Los Pinos en 2018, a cambio de seguir adelante con las reformas que podrían desarrollar al país en materia tributaria y energética.


En política no hay concesiones gratis, y el Pacto por México no es una excepción. Esas reformas, atoradas desde hace décadas, bien valen el acuerdo que ayer dieron a conocer los partidos.


Falta por ver la letra chica. Por ejemplo: la segunda vuelta, ¿sólo será en la elección para Presidente? ¿Por qué?


Hasta ahora no ha habido problemas de legitimidad ni de gobernabilidad en el Poder Ejecutivo, pues el atorón de los acuerdos suele estar en el legislativo. Entonces, ¿por qué no una segunda vuelta en las elecciones de diputados y de senadores?


Si se trata de dar eficacia a la democracia, ésta debe corregirse en el ámbito parlamentario, y no en el Ejecutivo.


Pero el quid del arreglo está en otro lado: en las condiciones de PRD y PAN para seguir adelante en el Pacto.


Quieren como prenda una reforma que les facilite ganar la Presidencia en las elecciones de 2018.


Para eso falta mucho y falta poco.


Falta ver, por ejemplo, qué resultados da el gobierno de Enrique Peña Nieto.


Y una buena señal, para el PRI y para el país, es que el Presidente no está pensando en la siguiente elección, sino en torcer el rumbo de las negociaciones fallidas para lograr mayor recaudación fiscal, optimizar la riqueza petrolera del subsuelo, y fiscalizar mejor el gasto para que no se dilapide en corrupción.


Ya dentro de un par de años veremos si el antipriismo que hay en buena parte de la población, da como para derrotar al candidato de ese partido en las presidenciales.


O puede darse el caso que los muy entusiastas panistas y perredistas, llegado el momento de la segunda vuelta, se vean ante la disyuntiva de elegir en su boleta entre un priista y López Obrador.

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