La ratificación del
Pacto por México es una buena noticia para el país y una mala noticia para el
PRI: los acuerdos lo ponen a un palmo de perder el poder en la siguiente
elección presidencial.
Ayer comenzó a jugarse la lejana sucesión de
2018.
PRI, PAN y PRD
acordaron que el Pacto siga funcionando, a cambio de que se adelante la
reforma político-electoral, para antes del segundo periodo ordinario de
sesiones del Congreso en este año.
Es decir, habrá un
periodo extraordinario de sesiones en el Congreso, antes de septiembre, para
votar una reforma electoral, previa a las reformas hacendaria y energética.
Y la reforma
electoral que PAN y PRD tienen en mente incluye, como joya de la corona, la segunda vuelta en
la elección presidencial.
Así es que las
reformas hacendaria y energética llegarán tan lejos como lejos llegue la reforma
político-electoral.
El PRI pactó lo que
probablemente sea su salida de Los Pinos en 2018, a cambio de seguir adelante
con las reformas que podrían desarrollar al país en materia tributaria y
energética.
En política no hay
concesiones gratis, y el Pacto por México no es una excepción. Esas reformas,
atoradas desde hace décadas, bien valen el acuerdo que ayer dieron a conocer
los partidos.
Falta por ver la
letra chica. Por ejemplo: la segunda vuelta, ¿sólo será en la elección para
Presidente? ¿Por qué?
Hasta ahora no ha habido
problemas de legitimidad ni de gobernabilidad en el Poder Ejecutivo, pues el
atorón de los acuerdos suele estar en el legislativo. Entonces, ¿por qué no
una segunda vuelta en las elecciones de diputados y de senadores?
Si se trata de dar
eficacia a la democracia, ésta debe corregirse en el ámbito parlamentario, y
no en el Ejecutivo.
Pero el quid del
arreglo está en otro lado: en las condiciones de PRD y PAN para seguir
adelante en el Pacto.
Quieren como prenda
una reforma que les facilite ganar la Presidencia en las elecciones de 2018.
Para eso falta mucho
y falta poco.
Falta ver, por
ejemplo, qué resultados da el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Y una buena señal,
para el PRI y para el país, es que el Presidente no está pensando en la siguiente elección, sino
en torcer el rumbo de las negociaciones fallidas para lograr mayor
recaudación fiscal, optimizar la riqueza petrolera del subsuelo, y fiscalizar
mejor el gasto para que no se dilapide en corrupción.
Ya dentro de un par
de años veremos si el antipriismo que hay en buena parte de la población, da
como para derrotar al candidato de ese partido en las presidenciales.
O puede darse el
caso que los muy entusiastas panistas y perredistas, llegado el momento de la
segunda vuelta, se vean ante la disyuntiva de elegir en su boleta entre un
priista y López Obrador. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario