19 mayo, 2013

Michoacán

Fabiola Guarneros Saavedra
Tierra cargada de tradición e historia, Michoacán tiene todo para ser el orgullo y no el dolor de México. 
Michoacán
Obviaré, desde luego, los atractivos naturales y arquitectónicos que lo harían un foco mundial de atracción turística, así como su riqueza histórica y cultural. El territorio que hoy es Michoacán está ligado indisolublemente a la formación del país, en particular a su andamiaje legal.
En Apatzingán fue promulgado el 22 de octubre de 1814 el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, que dio a las fuerzas insurgentes comandadas por José María Morelos el ideario de un país por el cual luchar, tal y como el prócer —en cuyo nombre se inspira el de la capital michoacana— lo esbozó en el documento Los Sentimientos de la Nación.

Y fue otro municipio michoacano, Ario de Rosales, el escenario en marzo de 1815 para la concreción de otro sueño del Caudillo del Sur: la instalación del Primer Supremo Tribunal de Justicia de la América Mexicana, que en plena guerra por la Independencia representaría una esperanza para la población humilde que anhelaba sacudirse el yugo de la esclavitud y la explotación, y cuya vida fue efímera frente al acoso de las tropas defensoras del dominio español.
Lo paradójico es que, casi dos siglos después, Ario de Rosales fue escenario el pasado jueves del asedio de grupos de autodefensa que, portando machetes y palos, y en algunos casos armas de fuego, tomaron el palacio municipal, hecho que por sí solo simboliza de manera dolorosa la ausencia de esa justicia institucional por la que dio su vida el también llamado Siervo de la Nación.
Mucho más graves fueron, desde luego, las acciones que otro grupo de 150 personas con armas de grueso calibre realizaron en Coalcomán, apoderándose del centro del municipio y reteniendo a agentes de seguridad, justo un día después de que elementos militares los disuadieran de emprender acciones violentas.
Es el más reciente episodio de una pesadilla que, aunque se fue gestando desde mucho antes, comenzó a tomar forma en septiembre de 2006 con el hallazgo de cinco personas decapitadas en una pista de baile de Uruapan, símbolo atroz del poder de una criminalidad organizada que tomó a toda la entidad como centro de operación.
Conocedor del drama michoacano, entre otras razones, porque en aquella entidad nació y ahí quiso alguna vez ser gobernador, el entonces presidente Felipe Calderón abrió su sexenio con una ofensiva a las mafias criminales, decretada apenas a 11 días de haber tomado posesión. El Operativo Conjunto Michoacán marcó la tónica de lo que sería el leitmotiv del sexenio a escala nacional, pero que a escala local sólo se tradujo en la multiplicación de la violencia, la escisión de La Familia Michoacana —de la cual surgieron los Caballeros Templarios— y una fallida operación que derivó en el arresto de 28 funcionarios estatales y municipales presuntamente coludidos con el narcotráfico, y que al final terminarían siendo liberados. Y sin dejar de mencionar, claro, los traumáticos granadazos en el Zócalo de Morelia en la ceremonia del Grito de Independencia en 2008, con un saldo de ocho muertos y más de 100 heridos, y los narcobloqueos, enfrentamientos y quema de vehículos de empresas comerciales.
Y más allá de las responsabilidades que le toquen a las pasadas administraciones federal y estatal, de extracciones panista y perredista, respectivamente, lo cierto es que ya en la era priista la mejoría no ha sido notable. Con el gobernador ausente por una licencia médica, se tomó la determinación de designar al general brigadier Alberto Reyes Vaca como nuevo secretario de Seguridad Pública de Michoacán. El militar en activo contará con la facultad de coordinar a todas las fuerzas del orden que operen en la entidad, así como designar a sus colaboradores sin restricción alguna.
Suena a tarea titánica, pero es impostergable. Agobiado por la multiplicación de grupos de autodefensa de oscuro origen y apoyo, el estado enfrentará además de la persistente amenaza de la criminalidad, la convulsión social expresada en el movimiento de normalistas que se han valido de retener policías y vehículos para exigir que se les garanticen plazas al terminar sus estudios.
Morelos erigió instituciones en medio de una guerra y con ello dio forma a un ideario de nación que tendría a la justicia como su guía. Urge que sea precisamente Michoacán donde impere la norma y no el caos. La única autodefensa posible es la legalidad.
DM
Los otros campos minados: Guerrero, Morelos, Tamaulipas, Chihuahua y Oaxaca. Estados agobiados por el crimen organizado, el encono social, la pobreza, la omisión y por un sector del magisterio que lo que menos quiere es dialogar.

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