23 mayo, 2013

PAN: LA DISPUTA POR LAS MIGAJAS



PAN: la disputa por las migajas

Humberto Musacchio
Gustavo Madero es el primer líder de un partido gobernante que resiste las presiones del Presidente de la República. Durante el viejo régimen, el Ejecutivo federal removía a su antojo a los dirigentes del PNR-PRM-PRI. 
 
En la docena trágica del panismo, uno tras otro fueron sustituidos los jefes del partido y hasta Manuel Espino, el único que pataleó, se tuvo que ir por la puerta trasera.
 
Pero el actual presidente del PAN tuvo los arrestos para resistir las reiteradas presiones ejercidas por Felipe Calderón desde Los Pinos. Los berrinches, ocurrencias y desfiguros del ex mandatario los sorteó Madero con habilidad, pero sobre todo con el apoyo de un amplio sector del partido, harto de ver cómo irresponsablemente Calderón afectaba la unidad y dañaba la imagen de la organización azul.

Pero si algo representa Calderón es la terquedad, la insistencia en llevar adelante los proyectos más absurdos y socialmente dañinos, como lo prueba su sangrienta e insensata guerra contra la delincuencia. En la misma lógica, como si se tratara de un asunto hormonal, el michoacano se propuso controlar a su partido. Los costos están a la vista.

En 2012, durante el palomeo de las listas de candidatos, Felipe Calderón, todavía en Los Pinos, pudo imponer a un gran número de sus colaboradores más cercanos y ejerció toda su influencia para que Ernesto Cordero, su gris secretario de Hacienda, fuera el líder de la fracción senatorial, nombramiento que aparentemente hizo Madero.

Al quedar en tercer lugar en las elecciones del año pasado, los panistas debían replantearse su presente y delinear su futuro, tareas que en primerísimo lugar requieren de tiempo. La participación del PAN en el Pacto por México le permitió ganar semanas y meses que pudieron aprovecharse para una amplia discusión y la adopción de un cambio de rumbo. Pero la fracción calderonista prefirió desatar una guerra intestina.

Hoy, a semejanza de las tribus del PRD, existen varias capillas dentro de la iglesia panista, pero no hay convivencia de sus feligreses. La rebeldía de los senadores calderonistas era inaceptable para los dirigentes de Acción Nacional y la destitución de Ernesto Cordero ha sido un paso necesario, so pena de que el partido marchara por un lado y sus senadores en sentido contrario.

A regañadientes, pero hasta ahora todos parecen haber aceptado la destitución. No hacerlo hubiera implicado una ruptura, lo que en la lógica de los seguidores de Calderón tampoco era conveniente, pues lo que buscan es quedarse con el partido, los cargos y los dineros. 

Pero la crisis subsiste y lejos de poner por delante las artes de la política, la tribu calderoniana ha desatado una campaña difamatoria y soez contra Madero.

Para resolver un conflicto, lo primero que se aconseja es reconocer el conflicto mismo. En medio de la crisis, y ante la negativa de los calderonistas a reunirse con la dirección de su partido, lo indicado era nombrar como líder de la fracción senatorial a una figura con autoridad política y capacidad conciliatoria. 

Para su desgracia, Madero optó por imponer a un ex priista sin reconocimiento ni ascendiente sobre los otros senadores.

Lo previsible, con tan infortunado nombramiento, es que la fracción senatorial siga sin acatar la línea de su partido y que más temprano que tarde Madero tenga que ser removido para elegir nueva dirección en el PAN, partido que de cualquier manera resultará el mayor damnificado de una disputa provocada y atizada por la esquizofrenia de Felipe Calderón. Que el panismo se lo reclame.

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