13 junio, 2013

Cuidado, el espejismo chino nos puede cegar; rasquémosle un poquito y la realidad aflorará

Ahora resulta que todos somos apologistas de la República Popular China y su gobierno, así como de su modelo de desarrollo.
Sorprende, primero, el desconocimiento que priva en nuestra clase política de la realidad de ese país y el carácter de su gobierno; no sorprende, pero molesta y preocupa, el oportunismo para callar lo que sin duda muchos funcionarios ven como peligroso para el país y su desarrollo, pero no se atreven a expresarlo.

Si bien uno podría entender mas no justificar, que el ciudadano de a pie ignore lo que realmente sucede en la República China en materia económica y política, y en lo relacionado con las libertades y derechos que en México consideramos fundamentales, es inaceptable que nuestros funcionarios –y no pocos distinguidos políticos–, lancen loas a la posible profundización de las relaciones de México con un gobierno que desde la fundación misma de la República Popular China en 1949, se ha distinguido por aplicar una política –en materia de derechos humanos y libertades en general– que va en dirección opuesta a la nuestra.
La soberbia y pretensión del gobierno chino de dictarle al mundo cómo debe comportarse y tratar ciertos temas económicos y políticos, se ve en las declaraciones de su embajador en México que anteayer declaró, sin rubor alguno, que el gobierno chino canceló una negociación comercial porque nuestro gobierno decidió recibir al Dalai Lama.
Esta conducta, cual si fueren nuevos conquistadores, la aplican a países débiles como el nuestro; estos nuevos mandarines que en su soberbia pretenden emular a los viejos emperadores, ven el mundo como suyo. Piensan, ilusos como todos los autócratas, que son invencibles.
Sus prácticas políticas y las formas de conducir negociaciones económicas, son las del que se ve todopoderoso, del que piensa que su fuerza es infinita sin darse cuenta que la máxima del presidente Mao lanzada en contra del enemigo –“El imperialismo es un tigre de papel”–, se les puede aplicar a ellos hoy.
¿Acaso ignoran nuestros gobernantes actuales, el control ideológico y político que ha puesto en práctica –desde hace decenios–, el grupo cerrado que controla ese país, su gobierno, el ejército y el partido?
¿Acaso no saben que el gasto del gobierno chino para controlar internet y robar secretos industriales, alcanza miles de millones de dólares y está integrado por un ejército de especialistas, y decenas de miles de espías cibernéticos? ¿Acaso ignoran las formas ilegales y corruptas, mediante las cuales han llegado a este país decenas de miles de chinos?
¿Acaso ignoran que hoy ese país ha pasado a la siguiente etapa para asegurarse del abasto, ya no de materias primas sino de productos terminados? ¿Desconocen la reciente adquisición de la empresa Smithfield en Estados Unidos, primer productor de carne de cerdo?
¿Ignoran que dicha empresa es propietaria, en México, de la operación porcícola más grande del país la cual, de autorizar las autoridades de Estados Unidos la venta anunciada a una empresa china, podría canalizar toda su producción al país del adquiriente?
¿Será posible que no se den cuenta de las verdaderas intenciones de los autócratas que hoy gobiernan la República Popular China? ¿Somos, o nos hacemos?

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