07 junio, 2013

Las exportaciones chinas son estadounidenses también

Las exportaciones chinas son estadounidenses también

Daniel Ikenson es Director Asociado del Centro de Estudios de Política Comercial de Cato Institute.
Alec van Gelder es Director de Proyectos del International Policy Network.
Para los proteccionistas y sino-fobos, China sobrepasando a Alemania en 2009 para convertirse en el exportador más importante del mundo simboliza un nuevo, y no bienvenido, orden mundial con EE.UU. en el tercer lugar.
Pero más que un reflejo del creciente poderío económico de China, este desarrollo es prueba de la erosión de las barreras económicas, políticas, físicas y tecnológicas a la producción.
El éxito de China se debe al comercio multilateral con el resto del mundo, a pesar de lo que argumenten los lobbies anti-China en Bruselas, Nueva Delhi y Washington. Por lo que cuando el Presidente Barack Obama y los legisladores estadounidenses se quejan acerca del país asiático, se olvidan de que las exportaciones chinas incluyen a las estadounidenses.

Empezando con la esparcida liberalización de las reglas del comercio y de la inversión luego de la Segunda Guerra Mundial, las barreras han estado cayendo y los ingresos han estado aumentando alrededor del mundo.
La apertura de China a Occidente en 1978; la caída del Muro de Berlín en 1989 y de la Unión Soviética dos años después; el colapso del comunismo como un modelo para los países subdesarrollados; y el advenimiento y proliferación del envío de carga por contenedores, la tecnología GPS, la oferta justo-a-tiempo y otras maravillas de la revolución de la información, el transporte y las comunicaciones han resultado en una división global del trabajo y de la producción que desafía al análisis tradicional. Esto hace que la contabilidad de flujos de comercio sea altamente engañosa.
La economía global ya no se trata de la competencia entre “nosotros y ellos”, entre “nuestros” productores y “los de ellos”. En cambio, debido a la inversión a través de las fronteras y a las cadenas de producción de ofertas transnacionales, la fábrica ha derivado sus paredes y ahora va más allá de las fronteras y de los océanos. La competencia muchas veces es entre marcas internacionales o cadenas de producción y oferta que desafían la identidad nacional.
¿Qué tiene todo esto que ver con el estatus de China como el exportador más grande del mundo?
La gran mayoría de las exportaciones chinas son altamente dependientes de importaciones del resto del mundo: hierro de Australia; microchips de Taiwán, Corea del Sur o Singapur; software de equipos en Redmond (en el estado de Washington) y Bangalore (India); nuevos diseños de Cambridge (ya sea de Massachusetts o de Inglaterra) y de Toulouse (Francia); inversiones levantadas en consorcios basados en Nueva York, São Paulo o Johannesburgo.
China se ha convertido en el principal exportador del mundo principalmente gracias a que la división global del trabajo ha ayudado a reducir la pobreza y crear riqueza: China provee producción de menor valor agregado. Los componentes de los iPods y iPhones de Apple son ensamblados en China, pero sus diseñadores en California valen más para la empresa al final del día. Ecco de Dinamarca tiene fábricas de zapatos en toda Asia, pero sus zapatos más valiosos todavía son diseñados y fabricados en Europa, donde la calidad está garantizada y la fuerza de trabajo está altamente entrenada y mejor pagada.
China no se ha convertido una pieza clave en el comercio global por accidente, ha capitalizado la nueva realidad de las cadenas globales de producción y oferta: Desde 1983, ha eliminado unilateralmente barreras al comercio, dándose cuenta de que estas les estaban haciendo daño principalmente a ellos mismos.
Cierto, las políticas comerciales de China todavía están lejos de ser perfectas, pero las ha liberalizado rápidamente y considerablemente, lo cual ayuda a explicar el rol prominente del país en la producción y oferta global.
Calculando quién gana la porción más grande de las exportaciones sigue siendo un problema. Los bienes intermediarios son enviados a China de países tales como Japón, Taiwán, Singapur, Australia y EE.UU., combinados (o tal vez alguna operación de mayor-valor-agregado) en China y luego exportados. Como estos bienes dejan los puertos de Shanghai, Tianjin o Guangdong para ser exportados, las reglas sencillas de contabilidad de comercio le atribuyen el valor total de aquellas exportaciones a China, aún cuando el valor chino en esos bienes representa una pequeña fracción del total.
Ese método de contabilidad ayuda a explicar por qué las exportaciones chinas se han disparado a lo largo de las últimas décadas, conforme la división de trabajo evolucionó y proliferaron las cadenas de manufactura.
Un reciente estudio realizado por economistas de la Universidad de California concluyó que el valor chino agregado a un iPod de Apple de 30 gigas representa solamente $4 dólares del costo total de $150, aún así la cantidad total es registrada como una exportación china. Otros estudios estiman que el total del valor agregado chino en todos los productos exportados desde la China promedia entre 35% y 50%, una larga proporción del valor final pero mucho menor a aquel que reflejan las cifras de exportaciones brutas.
De hecho, “Si China crece, esto empuja la economía global y eso es bueno para la Alemania orientada hacia las exportaciones también”, como el economista Volker Treier de la Cámara de Industrias y de Comercio de Alemania lo dijo recientemente.
Mientras consideramos el nuevo estatus de China como un líder en las exportaciones globales, es importante entender lo que esto significa. Esta información habla de manera mucho más convincente acerca de las virtudes de la interdependencia económica que acerca del poderío solitario de China como un exportador: Tales cifras presentan oportunidades para que todos se unan a la economía global, incluyendo a una nación comerciante estratégicamente ubicada tal como Turquía.

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