Nuevos enfoques sobre las drogas
Diódoro Carrasco Altamirano
Recientemente se ha divulgado un informe de la OEA sobre lo que
se ha dado en llamar, sin eufemismos, “el problema de las drogas” en nuestro
continente.
El informe registra que el debate sobre este problema se ha
hecho más activo e intenso en los dos últimos años, lo que se explica en
función de fenómenos como los intensos niveles de violencia asociados al
narcotráfico —especialmente en países afectados por la producción, tránsito y
tráfico de drogas ilegales—, que han sido, sin duda, el factor principal de
alarma, lo que ha llevado a las autoridades del más alto nivel a involucrarse
de manera más activa en este debate.
Otros factores determinantes de esta actitud han sido los
cambios en los patrones de consumo de drogas en el hemisferio, la mayor
prevalencia de este consumo, la violencia que afecta a los grupos más
vulnerables de la sociedad y la demanda creciente de servicios de salud para el
tratamiento de las adicciones, sostiene el informe.
El informe reconoce la existencia de posiciones encontradas
sobre el tema entre los líderes políticos, ex jefes de Estado, académicos,
sociedad civil, etc., pues mientras unos sostienen la necesidad de un cambio
radical en los enfoques, otros dicen que hay que dar más tiempo a las políticas
públicas actualmente vigentes.
Existen puntos de consenso entre ambos planteamientos, por
ejemplo, que la dependencia a las drogas es una enfermedad crónica que requiere
la respuesta de un tratamiento de salud pública; coinciden, igualmente, en la
necesidad de promover el control de drogas sobre la base de evidencia e
incorporando el enfoque de género y la participación de la sociedad civil en la
definición de las políticas.
De igual manera ambos se concentran en la dimensión humana del
problema al no caracterizar al consumidor de drogas como objeto exclusivo del
sistema de justicia penal.
En la medida que avanza el debate es posible advertir que, no
obstante el interés internacional que suscita el problema y todos los recursos
que se han destinado a su análisis, “es poco lo que sabemos acerca
de lo que funciona bien, y cómo utilizar buenas prácticas que no solo son
conocidas, sino que están disponibles para su uso o réplica”.
De ahí el informe, que se ha dividido en dos apartados
claramente diferenciados. La parte analítica, los “datos duros”, que implica
realizar un amplio estudio técnico del consumo, producción, tránsito, comercio
y dimensión del negocio de las drogas en el hemisferio, examinando al mismo
tiempo las políticas públicas adoptadas para enfrentar los problemas de salud
pública, ilegalidad y violencia que suscitan, así como su impacto social y
político en nuestras sociedades.
De la otra parte, el “informe de escenarios”, es decir, de lo
que puede o no ocurrir en función de que se adopten (o no) tales o cuales
políticas públicas o estrategias.
El informe es prolijo y sustancioso, y debe ser objeto de una
lectura cuidadosa por los gobiernos y estudiosos interesados en el tema; por el
momento, transcribo solamente algunas de las conclusiones más relevantes del
mismo.
“El problema de las drogas es un tema hemisférico que involucra
a todos los países y todos tienen responsabilidades, aunque diferenciadas, en
la búsqueda de soluciones que reduzcan sustantivamente la adicción a las
drogas, el riesgo para la población —especialmente los jóvenes— y la violencia
criminal”.
“El problema de las drogas admite tratamientos distintos en cada
una de sus fases y en los países en los cuales ellas tienen lugar. No existe
una relación indisoluble entre el problema de las drogas y la situación de
inseguridad en que viven muchos ciudadanos de las Américas, aunque ésta es
diferente para cada país o grupo de países”.
“La inseguridad afecta más a aquellas sociedades en las cuales
el Estado no está en condiciones de entregar respuestas eficaces. Ninguna
situación de inseguridad es irresoluble, pero cada una de ellas exige una
reacción diferente. Es necesario enfrentar el consumo de drogas con un enfoque de
salud pública.”
En las legislaciones nacionales no parecen aconsejables cambios
drásticos o dramáticos. Sin embargo, las tendencias existentes se
inclinan a que la producción, venta y consumo de la mariguana puedan ser
despenalizados o legalizados. El informe, en cambio, no
encuentra ningún apoyo significativo en ningún país para la despenalización o
legalización del tráfico de las demás drogas ilegales.
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