El equilibrio sin estado
Autor: Predrag Rajsic
La sociedad de mercado sin estado (un acuerdo social pacífico basado en relaciones voluntarias entre individuos en el que no está presente el estado) no es una idea popular. Mucha gente cree que a esta sociedad le faltaría la capacidad de definir y aplicar derechos de propiedad y esto llevaría al caos, la tiranía de los ricos o la vuelta a un estado. Esta creencia ha llevado a un rechazo extendido del paradigma de la sociedad sin estado.
Murray Rothbard es considerado por muchos el defensor de la doctrina de la sociedad sin estado. Sin embargo, incluso Rothbard concedía que “no puede haber ninguna garantía absoluta de que una sociedad puramente de mercado no caiga presa de la criminalidad organizada”.[1]
Aunque es verdad que las garantías absolutas de cualquier resultado social son generalmente inapropiadas, creo que hay buenas razones para creer que son improbables, en ausencia de un estado, resultados como el caos, la tiranía de los ricos o incluso la “criminalidad organizada”.
Libertarios y Anarquistas
Libertarios y anarquistas, de Albert Libertad
Lo mejor que he leído en mucho tiempo:
“Muchos piensan que se trata de una simple disputa sobre las palabras lo que hace que algunos se declaran libertarios y otros anarquistas. Tengo una opinión completamente diferente. Yo soy un anarquista y tengo a la etiqueta no por adorno vano de palabras, sino porque significa una filosofía, un método diferente que el de los libertarios.
El libertario, como la palabra lo indica, es un adorador de la libertad. Para él, es el principio y fin de todas las cosas. Convertir en un culto a la libertad, escribir su nombre en todas las paredes, erigir estatuas que iluminan el mundo, para hablar de ello a tiempo y a destiempo, para declararse libre del determinismo hereditario cuando sus movimientos atávicos y abarcantes te hace un esclavo. .. este es el logro de los libertarios.
Los impuestos son un robo, parte 2
Autor: Frank Chodorov
[De Out of Step: The Autobiography of an Individualist. Veasé parte 1 en español]Una inmoralidad básica se convierte en el centro de un vórtice de inmoralidades. Cuando el Estado invade el derecho del individuo al producto de su trabajo se apropia de una autoridad contraria a la naturaleza de las cosas y por tanto establece un modelo no ético de comportamiento, tanto para él como para aquéllos contra los que ejercita su autoridad. Así que el impuesto sobre la renta ha hecho al Estado cómplice de lo obtenido del crimen; la ley no puede distinguir entre rentas derivadas de la producción y rentas derivadas del robo; no le preocupa su origen. Igualmente esta negación de la propiedad genera un resentimiento que se convierte en perjurio y falta de honradez. Hombres que en sus asuntos personales difícilmente recurrirían a esos métodos, o que se verían en el ostracismo social por practicarlos, se enorgullecen y les felicitan al evadir las leyes del impuesto de la renta: se considera adecuado emplear las mentes más hábiles para esto. Aun más degradante es animar al espionaje mutuo mediante sobornos. Ninguna otra medida en la historia de este país ha causado una indiferencia de principios comparable en los asuntos públicos o ha tenido un efecto tan deteriorante en la moralidad.
Los impuestos son un robo, parte 1
Autor: Frank Chodorov
[De Out of Step: The Autobiography of an Individualist]La Enciclopedia Británica define el sistema tributario como “la parte de los ingresos de un estado que se obtiene por cuotas y cargas obligatorias a sus sujetos”. Es casi tan adecuada y concisa como puede ser una definición: no deja espacio para discutir qué es un sistema tributario. En esa exposición de los hechos, domina la palabra “obligatorias”, sencillamente por su contenido ético. La reacción inmediata es preguntarse por el “derecho” del Estado a este uso del poder. ¿Qué permiso, en términos morales, aduce el Estado para apoderarse de propiedades? ¿Es su ejercicio de la soberanía suficiente por sí mismo?
Liberalismo no es codicia
por Juan Ramón Rallo
Un nuevo rasgo de la fatal arrogancia
Juan Ramón Rallo
Recientemente se ha publicado en la web un artículo
mío en el que sostengo que los fallos del mercado son fruto de un error
analítico de los intelectuales que consideran que la sociedad debería
producir unos bienes y servicios distintos a los que produce. Estos
intelectuales carecen de respeto por las libres decisiones de la gente,
fuerzan a los individuos, mediante el gobierno, a que produzca lo que
ellos consideran el óptimo social, las auténticas necesidades de la gente.
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